No son dos sino muchos

lunes, 14 de marzo de 2011

la noche no se acaba cuando duermes
sigue dándote patadas quitándote las mantas
para darle calor a las mujeres en los parques
en algún lugar se produce una escisión
un corte de cuchillo de carne de psiquiatra
que no sangra más que algo parecido a la aspirina
efervescente una parálisis como en los ordenadores
cuando el dedo que los toca es tembloroso
hay empresas en quiebra por la sola razón
de que yo no sepa despertarme me refiero
a la imposibilidad matemática de ser el mismo
que yace junto a los cordones deshechos
en esta habitación con tanto desaliño
y ese otro que se ata los cordones en la calle
esperando que la luna vomite sobre las azoteas
y el olor de su perfume alfombre las esquinas
con un gato de mujer en la sombra
nada puede suceder si yo no existo
igual que cada niño y su recreo que el espejo
y las mentiras que los domadores de leones
y la sonrisa de un loco porque si parpadeas nada cambia
y la noche sin ti es como un guiño que nadie ve
así que te vas entero y descansado con el cuerpo
como un cadáver al que no hay que contarle lo que ha sido
mientras todas las mujeres hacen el amor de forma sucia
desnudas en el filo de una hoja desmaquillándose
dentro de las pesadillas de los jóvenes mimos
tú no lo sabes porque no has dejado a nadie
que te sustituya ni de forma abreviada ni por afán
de protagonismo ni porque tropezaste ligeramente
antes de pasar por delante de cualquier escenario
la pregunta que te haces es si la noche acaba
cuando te despiertas o cuando ves que los demás
no han dormido la respuesta que te das tiene frío.

Gitana

lunes, 7 de marzo de 2011

me sabes rezagado

perfectamente tibio en todo lo que adorno
y te aprovechas

de que aún llevo el abrigo
y las huellas que se quedan del tráfico
y los duros transeúntes
y las nuevas especies de matorral

que han conquistado los barrios
y mis piernas…

sin ropa por supuesto
que no hay piel
como una gitana que vendiese
el tiempo que detesta el atardecer
que le sobra al color de sus mejillas

me dejas decir vaguedades
condescendiente y animal

aburrida

en la puerta de mi casa
aunque presiento que ya estás del todo dentro
dominando los cajones y los goznes
observando los objetos
que cobran entonces una especial quietud

no sé cómo explicarlo parece que llevaran meses
en el lugar equivocado
y me urge que se muevan
y que también pueda moverme

y te abra paso a las estancias más recónditas
todo esto lo pienso
ya desde el sonido de tus pasos casi lejos
mientras la puerta te persigue
y ni siquiera yo puedo saber
si entro o salgo
si también soy un objeto
desocupado por no decir inhóspito

sin ropa por supuesto
que no hay piel
es lo que dije

escuchándote todavía con un rumor
de diapasón nocturno
de final de novela
sin piel no hay castigo.

El otro lado

lunes, 28 de febrero de 2011

El muchacho está parado sobre la acera, en la intersección de dos calles. Frente a él el paso de peatones también está inmóvil, como un puente roto dibujado en un plano. El muchacho está de pie, con el cuerpo recto y ágil, semejando un pensamiento que espera, prestando ninguna atención al ronroneo de los coches. Parece que se va a mover, a cruzar la calle en un súbito espasmo de pasos. Se inclina un poco, sus músculos se tensan y un ligero movimiento de su brazo derecho lo delata. El paso de peatones aguarda con las líneas erizadas, con un desafío de navaja o de venganza en su límite. El tráfico descongestiona sus pulmones tóxicos, emite un ruido al pasar que recuerda los balcones abiertos. Se miran. Parece que el muchacho y el paso de peatones se miran desde una distancia telefónica. El muchacho levanta el pie izquierdo y salva el bordillo. Los coches disfrutan del viento. El pie nota caliente el asfalto. Tiembla. El muchacho tiembla. El puente huye.

La dirección de las piedras

lunes, 21 de febrero de 2011

como tiraba piedras a una botella

había que darle
no demasiado cerca
porque el mérito siempre está
en la distancia

romper los corazones
salir corriendo

de niño todo es emocionante
a veces las piedras
caían sobre mí
pero mi corazón

no era de vidrio
todavía

preparar las botellas
era igual que preparar una cena
con una chica hermosa

no demasiado cerca

un cosquilleo como un caracol que sonríe
o un timbre que suena
a veces las piedras caían
sobre mí
porque apuntaba demasiado alto

olvidaba los comienzos las recetas
nunca el vino

las botellas siempre
siempre estaban

vacías.

El último botón

lunes, 14 de febrero de 2011

…diciendo siempre tonterías
porque ya sabes que cualquier sitio
es buena idea

porque todos los domingos
se suicidan en febrero
sabes que a la gente
hay que mirarla con ropa

a mí me da lo mismo
yo con ropa puedo estar menos confuso
tomarme a la ligera

el mensaje abstracto de tus ojos
el tiempo que declina
las pegatinas que prometen tus dedos laicos

yo soy un hombre
vestido
pero puedo estar cambiando
los demás no se dan cuenta
porque se derramó el café en sus planes

y me ven quitarme la chaqueta
como cualquier otro
acercarme demasiado

parece que busco en tu escote
el truco que olvidó un viejo mago

me pregunto si podré desabrochar el frío
lo demás es tan superfluo
cualquier sitio
de tu cuerpo es buena idea

siempre y cuando no esté yo
tú no estés

perdiendo el hilo en los ojales
manipulando el sabor de mi boca
con un rastro de uvas

en realidad quiero pensar
que todos hacemos lo mismo
y nadie se desviste hasta el próximo verano
deja tus manos quietas

el último botón
es el que abriga.

Higiene

miércoles, 9 de febrero de 2011

solamente voy a probar
que el otoño dura un tiempo
respirando la niebla
de la ducha

caminando desnudo por un londres
inequívoco
de jabones y ranas
llenando de churretes
las palabras más limpias

al final voy a dejar que tiemblen
mis rodillas
como una toalla que resbala

escribir solo una gota
poca cosa
que se orine en el invierno si no llega
y se demore en los cristales

en tu espalda

Ortografía

jueves, 20 de mayo de 2010

Por culpa de una pequeña errata en su noche de bodas no consumaron el amor, lo consumieron.

Tejados

martes, 11 de mayo de 2010

es un juego pero si pudiera
con mis manos
hacer el molde de la lluvia subir
a tu tejado y llamar despacio
como lo hacen las gotas

y los vendedores de enciclopedias
(el saber en veinte tomos y
no es suficiente para definir tu sorpresa)

de todos modos ahora que no llueve
sería escandaloso andar trepando

esperando el futuro
que parece que siempre tarda en llegar
no como los productos caducados
o las sesiones en los cines matinales

de noche tu sombra
agranda los contornos por eso vivo
(es un decir
una calle que aparece nada más
en los mapas de extranjeros despistados)

digo que vivo (y no quiero repetirme)
con las luces apagadas
mirando el tiempo

en la escarcha de los cristales (ahora
que lo pienso mirar la vida
en los cristales empañados

puede producir un reflejo introspectivo
y engañoso de uno mismo
como cataratas en los sueños o una mancha
que no supe limpiar bien

a la altura del corazón
a no ser que distraiga mi atención
una mosca que resbala y me dé por las metáforas estúpidas)

pero hablaba del tiempo
porque en todos los periódicos
amenazan con tormentas

los sábados sobre todo y los domingos
justo cuando dios te mira en la ducha
y yo te pienso como un adivino ciego
pero ahora que es martes
(los martes tienen el hermoso don
de no servir para nada)

aparece un sol pintado hasta las tantas

y no estarás despierta
porque nada desaparece si no cierras los ojos
(lo real es tan efímero que a veces
no sucede)

retomo los principios y no sé si mis manos
podrán trocarse en polvo de luz
o luz en polvo como la leche iluminada

ahora que estaban acostumbrándose
a la humedad de no tocarte a resbalar
en el musgo de los tejados (qué bello
es soñarte a la intemperie)

donde un gato espera agazapado
a que haga un nido un ruiseñor
en cualquier parte o en ninguna.

El audífono

lunes, 3 de mayo de 2010

Al cumplir los sesenta se quedó sordo. Ocurrió de forma gradual, primero escuchando cada vez más lejana la voz de cotorra asustada con que le hablaba su mujer. Al principio le pareció bien, dejaron de molestarle sus chillidos histéricos, pero pronto su vida se convirtió en una película muda. Acudió a un centro especializado y compró un audífono de última generación. Su funcionamiento era sencillo. Después de colocárselo y tras los primeros ajustes para suprimir un turbio sonido como de papel rasgándose volvió a escuchar los cláxones de los coches, el sordo rumor de la ciudad moviéndose, los pájaros. Sin embargo, algo no funcionaba bien: el sonido le llegaba con retardo, igual que la voz de los reporteros que aparecían en los telediarios hablando desde países lejanos. Con su mujer no importaba porque tardaba más en escucharla pero en las tabernas, cuando acudía como de costumbre a las partidas de dominó en el barrio, quedaba como un hueco de tiempo en blanco, los contertulios lo miraban detenidos hasta que él por fin reaccionaba. Un engorro. Tras dos días de pruebas fallidas (y el molesto ruido de papel rasgándose en cada manipulación) y después de aprender de memoria las instrucciones consiguió corregir el defecto. Aunque ahora el ruido le llegaba con adelanto. Antes de que su mujer se quejara por el volumen de la televisión él la oía y se apresuraba a apagarla, así que en realidad ella no hablaba y él, por tanto, la escuchaba sin escucharla. Antes de que le preguntara si había tomado las pastillas él le contestaba, antes de que cada mañana le gritara quejándose de sus ronquidos nocturnos él se disculpaba y ella no tenía nada que decir. Su mujer no se extrañó, por el contrario pensó que gracias a los años de convivencia su marido había acabado por adquirir de pronto un conocimiento tan profundo de sus gestos que, por fin, la comprendía sin necesidad de que hablara. Por supuesto no era así, pero él no dijo nada. Le bastaba con no escucharla al escucharla. Durante unos meses la felicidad, la paz y el silencio reinaron en la casa. Pero como nada dura eternamente su mujer, que no salía de casa y raramente hablaba con los vecinos, tal vez por esa inhabitual falta de uso de los órganos fonador y auditivo, se quedó también sorda. En casa entró un nuevo audífono, pero al igual que pasó con el primero en este el sonido también llegaba con retraso. Cuando el marido contestaba inmediatamente a alguna pregunta que ella todavía no había hecho, el retardo hacía que la respuesta tardara tanto en llegar que se veía obligada a repetir la pregunta y entonces no tenía más remedio que escucharla. Exactamente igual ocurría con los reproches y con las quejas. En vano intentó arreglar el audífono, no consiguió de ningún modo ajustarlo. Únicamente el día que, harto ya de escuchar a su mujer, se decidió a pedir el divorcio, ella confesó extrañada que no le llegaba nada de lo que decía, que solo podía oír un ruido como de papel rasgándose.

Thomas Hustbury, carnívoro

miércoles, 21 de abril de 2010

thomas hustbury carnívoro
por parte de madre diezmó la población
de renos la población de alces un problema

para toda una nación peligra

el transporte en trineo
para el próximo invierno sus
conciudadanos

alarmados por la escasez
se plantean retirar aquellas señales
de tráfico
que limitan la velocidad de los conductores

junto a las reservas naturales

proponen como es normal encarcelar
a thomas hustbury carnívoro
de vientre homicida su esposa
dependienta en una peletería

recibe condolencias del ministro compra furtivamente
sin demasiada convicción toneladas
de acelgas

acudirán cientos de vegetarianos
con gafas de pasta negra perillas
de lana natural
cientos de gorras a cuadros asfixian los percheros
se hablará de temas de actualidad

greenpeace
se persona en forma de ballena
en un intento precario de convertir
a thomas hustbury carnívoro irresoluto

en un hombre de bien durante una cena
sorpresa

la ayuda humanitaria de los países con
excedentes de carnes
llegará el viernes de cuaresma

en un vuelo fletado para la ocasión
la adaptación de los bisontes es fundamental
algunos se preguntan si papá Noel sabrá guiarlos

parece que no entienden el idioma
se resquebrajan las más puras tradiciones
thomas
hustbury
carnívoro con el vientre aburrido de acelgas
se come a su mujer
y a tres vegetarianos el resto huye
en un trineo tirado por un perro flaco finalmente

el ejército tomará cartas en el asunto
thomas hustbury carnívoro
indigesto

es abatido en plena orgía devoradora
los bisontes campan a sus anchas y
se niegan a ceder a los enganches
se suprimen pues las navidades

como ya te dije no habrá regalos este año
hijo mío.

El corazón atravesado

miércoles, 14 de abril de 2010

Una fría mañana de abril de 1839 un apuesto joven recién casado, minutos antes de batirse en duelo tras verse envuelto la noche anterior en una trifulca callejera, dibujó con su espada en la corteza de un árbol un corazón atravesado, con el nombre suyo y el de su amada, como último mensaje de amor para su dulce esposa por si acaso la suerte no le sonreía. Su adversario, hombre muy hábil y experto en este tipo de combates, en otro árbol cercano dejó también un corazón atravesado, sin nombre alguno. Como era de esperar fue el que a la postre más conmovió a la esposa del primero.

Poema vello

martes, 6 de abril de 2010

cómo puede ser que habites esas piernas
y falte la caricia
recuerdo alguna vez
mirando tus tobillos desnatados

yo no supe si el pespunte
que dejaban tus calcetines dispares

era el trazo de una carretera
entre verdes corpóreos

o tu vello
tan hirsuto (que siempre se mueve
al trasluz del viento
y balancea los terremotos
en mis ojos permanentes) con un sentido exacto
tu vello digo
de lo negro

y de lo hermoso hacia la tarde
hacía

caer las hojas de los árboles
como si por primera vez cayeran
las hojas
de los árboles.

Otro igual

martes, 23 de marzo de 2010

adónde vamos a llegar
y las alemanas paseándose en bikini
mi abuelo regalaba bombones
a las cajeras de todos los supermercados

no podían huir lo mismo
que en una trinchera mi abuelo disparaba
bombones
y a veces también coplillas
que no había aprendido a olvidar
en un susurro de dientes postizos
mirándonos a todos en blanco y negro

durmiéndose a ratos

siempre que alguien te dice la verdad
te engaña siempre me decía

contaba

de la guerra también de los reyes magos
porque alguien le dijo que las muchachas
traían los regalos en los pechos

suspiraba antes de morir después
ya no
porque se fue a buscarle las piernas a la muerte
con un bastón doblado y no quiso llevarse
el semáforo y el bar

donde todas las tardes tomaba un café
y mojaba su baba y su deseo
de ser como todos otra vez joven y

reía con una risa de hombre que ensaya
esperando un beso

las bromas
que las muchachas dejaban
como por descuido a su lado

me daba veinte duros nunca
mires a los ojos de la mujer que amas
o estarás perdido me decía
se acordaba de los nombres de los perros que tuvo

tal vez también de mi abuela
y no lo vi llorar aunque se inflaba por dentro
como llenándose de una gota grande

si le regañaban sus hijas si
la comida tenía un ligero sabor a nada si
notaba la ausencia de algunas palabras

le gustaban las morenas dicen
que me parezco a él

aunque no desprecio a las rubias no tengo
perro
no tomo
café
no me detengo
en los semáforos.

Tal vez mañana

miércoles, 17 de marzo de 2010

Todas las noches la puta me invita a una copa, desliza su mano entre mis muslos mientras yo le hablo con desgana del duro trabajo en la oficina. Intenta besarme en los labios y se entristece un poco si no la dejo. En la barra estamos solos ella y yo, y el barman alejado en una esquina midiendo el brillo de las copas vacías. El bar también está vacío, igual que siempre. Me pregunta vaguedades sobre mi vida y sus palabras son amables como sus manos, que me acarician desde una ternura lenta. Después me enseña un fajo de billetes y tira de mi brazo, sin premura, hasta una habitación desvencijada donde le hago el amor durante un rato, cayéndome dentro pero casi sin estar allí. Ella me observa y se da cuenta de todo, y a veces se achica y su orgasmo tiene entonces un disparo de fogueo. Cuando me visto siempre mido el tiempo y lo retardo con cautela mientras ella, algo incómoda tal vez porque sabe del artificio del momento, deja el dinero sobre la mesilla, llenándolo todo. Siempre salgo después que ella, tras contar uno a uno los billetes, sabiendo que están todos, todavía, eso creo, impregnados con el calor de sus senos. Me espera siempre en la barra de nuevo, para decirme adiós cuando me vuelvo antes de franquear la puerta de salida, con los ojos ¿de quién? asustados y llenos de lágrimas, y la incertidumbre como un vaso de plomo queriendo saber si regresaré mañana.

viernes, 12 de marzo de 2010

No sabía que había que hacer cursillos para realizar milagros. Leo en una revista seria que hay un curso titulado: “Introducción a los milagros” y pienso que también en los cursillos, como en tantas cosas, los de antes eran mejores. Claro que, aún así, Jesucristo tuvo que sacar Matrícula de Honor, o doctorarse en milagros, si no no se explica. De cualquier forma, los milagros de hoy en día ya no son como los de antes, donde se ponga una resurrección o el milagro de los panes y los peces que se quite el viagra y que llueva cuando sacan al viejo en los pueblos. (El milagro de los panes y los peces no sirve hacerlo al revés, que eso lo hace cualquiera). A lo mejor es que en esta época sólo se da la introducción a los milagros, mientras que en épocas antiguas había además Curso avanzado de milagros I y II y Licenciatura en milagros (con becas y prácticas en Judea). Yo qué sé.
Han ocurrido muchas cosas en todo este tiempo, aparte de que estoy comenzando a sanar serpientes (en este curso se practica con ellas, si no las curas es que son del diablo). De ellas sobre todo hay dos que me han impactado (no digo serpientes, sino cosas): me he dado un golpe tremendo en las costillas que aún me tiene medio postrado y tengo una contractura en el hombro izquierdo, de otro impacto, impactante también. No sé por qué todas las cosas llegan últimamente del lado izquierdo, como los golpes o las vacaciones forzadas de ese hemisferio cerebral, o la jubilación a los sesenta y siete años. Para compensar, he dejado de mirar hacia la izquierda cuando cruzo la calle, seguro que me va mejor así. Bueno, el caso es que con el dolor de costillas y la contractura no puedo girarme hacia ese lado maldito en la cama, tengo que dormir boca arriba o hacia la derecha. Los sueños que tengo son radicalmente distintos pero lo que realmente me preocupa es que no sé si hay alguien acostado junto a mí en la cama. Siempre duermo en el lado derecho y sospecho que puede haber alguien a mi izquierda, tal vez la última chica que se quedó en casa, allá por el siglo XX. Desde hace unos días percibo un olor extraño en la habitación pero como no puedo girarme… Durante el día nunca me acuerdo de mirar porque me levanto dormido y con la hora pegada en el trasero. Cuando me cure veré, tal vez tenga la posibilidad de poner en práctica las últimas habilidades adquiridas en el maravilloso curso de milagros (con esto no debería interpretarse que los conocimientos en sanación de serpientes vayan a tener las mismas consecuencias en las mujeres o, en caso extremo, que mujeres y serpientes vengan a ser lo mismo. Para nada).
Por otra parte imagino que nadie se pregunta por qué estoy tan impactado y piensan simplemente que soy algo liviano. Pues de todas formas lo cuento: también estoy aprendiendo a patinar. Bueno, de momento aprendo más a caerme. ¿Para qué estoy aprendiendo a patinar? Pues eso no lo sé con seguridad, primero pensé que quedaría muy moderno ir patinando hasta el trabajo y ahorraría algo de tiempo pero he descubierto que no hay patines todoterreno y que tendría siempre que hacer una parada en el hospital más cercano. Después pensé que por lo menos haría amiguitos pero mientras vamos en patines muy bien, las risas y los golpes y todo eso, pero cuando nos quitamos los patines no sabemos qué decirnos, nos quedamos mirando los patines, dándoles vueltas a las rueditas, sin saber qué hacer ni qué decir. A los patines les está pasando como a la cerveza y al café: sin ellos la amistad no existe. Al menos me está sirviendo para poner en práctica algunos remedios milagrosos que he aprendido que, por cierto, para que no haya ningún otro malentendido con los ofidios, no están surtiendo ningún efecto.
Leo una frase de Robert Frost que dice: “La felicidad compensa con altura lo que escatima en longitud” e inmediatamente subo al undécimo piso por si está en venta. Los vecinos me dicen que no pero también que ellos serían más felices si no tuvieran goteras en los techos. Me quedo perplejo porque una felicidad con goteras es lo que ya tenía, y más este año con la que está cayendo.
Al bixo las gotas de lluvia empiezan a salirle por los ojillos y yo las recojo para regar con ellas las alegrías y los pensamientos. Los geranios no que siempre cogen bichos.

De noche es el sitio

domingo, 7 de marzo de 2010

el terror siempre es nocturno
y no duerme en ciudades amuralladas
ahora comienzo a saber
que construyo piedras que se deshacen en humo

y es así
y demoro tanto los minutos
que parece que el tiempo sabe a chicle
todas estas piernas que poseo

huyen en desbandada
igual que corderos rotos

me contabas cuentos
recuerdas
con los dedos extintos y mientras
en tu cintura ardían todos los fantasmas
a veces me dejabas hacer

alguna pirueta en tus labios
te tocaba
como los árboles se enredan en el agua
con unas manos que me dejaban atrás
deshaciendo un camino
o demorándome como tantas veces en el mismo futuro

hay quien dice que lo peor de uno mismo
es sentirse un extraño
no cerrar nunca los ojos
para que el sueño no escale las murallas

y te deje junto a las puertas de una mujer blanca
de dientes podridos
y medias robadas

que se sienta a tu lado como un dolor prestado
hasta que te haces un hombre
de verdad.

El sueño de ahora

miércoles, 3 de marzo de 2010

delimitar los dedos dejarlos hacer
figuras geométricas que fingen el humo

tiene un sabor la tierra
igual que los cuerpos empapados
en el barro

dejarlos en la distancia del orgullo
un poco apartados
solicitándose por una correspondencia
lenta

atemorizada y un poco fingida
como uñas retráctiles que amontonan castillos y cartas
yo tampoco estoy dormido
y bajo las sábanas los muevo con torpeza

buscando la salida hacia sus numerosos pechos
blandos y entregados
entrelazar con ellos el aire que ahora está opaco
donde más me gusta

acercarme pero no tanto
porque el miedo sin distancia ya no es miedo
porque un roce produce un corte
que no se cierra nunca

yo tampoco estoy dormido
pero invento en esta quietud un sueño
y cuántas pesadillas.

La última vez

viernes, 1 de enero de 2010

Le gustaba esa chica. A pesar de que siempre estaba haciéndose el gracioso era tan tímido que no se atrevía a hablar con ella. Tal vez por eso cada vez que pasaba a su lado solo era capaz de fingir un tropiezo, se hacía el despistado y simulaba chocar contra una puerta. Otras veces se trababa los pies adrede y acababa empujando a otro compañero. En la escalera se trastabilleaba y fingía estar a punto de caer para en el último momento agarrarse ágilmente a la barandilla. Le salía muy bien. A ella le brotaba una sonrisa amplia cada vez, y se tapaba la boca con un gesto disimulado de terror. Él se sentía orgulloso al saber que sonreía gracias a su juego. En secreto pensaba que tal vez así la conquistaría. La última vez que lo hizo soltó una carcajada muy grande, mientras él cruzaba la calle y parecía tropezar con el bordillo. Hasta el sonido de unas ruedas frenando quedaba perfecto en la escena. Al día siguiente, ella lo esperaría en la puerta del colegio hasta muy tarde, seguramente ya enamorada.

Jardinero fiel

martes, 15 de diciembre de 2009

aparentemente te recuerdo
con las medias corridas
un ligero vaivén
minúsculo engarzado en una gota de nada

eso todos los días
antes del desayuno cuando
las rosas pierden con un susurro el aroma
dicen que el alma

(allí donde todos ven rosas lo sé
y espinas y algún corazón
atravesado y el amor qué lindo
yo solo veo
al jardinero.)

El concierto

lunes, 7 de diciembre de 2009

Todo estaba preparado: el escenario con todos los instrumentos colocados en su sitio y bien afinados, los músicos también bien colocados. El público llenaba el recinto y esperaba expectante. La noche era espléndida, como un seno maduro. Llegó la hora y el público aclamó a los artistas, que surgieron de pronto con sus pantalones ajustados y sus melenas permanentes. El cantante agarró el micrófono y jaleó a los asistentes. Después contó hasta tres y el guitarra tocó los primeros acordes… Un murmullo general creció desde el gentío. No sonaba nada. Los artistas no parecieron darse cuenta y siguieron tocando; el batería agitaba sus brazos y aporreaba frenético con sus baquetas, el bajo parecía poseído por un espíritu maligno. El cantante corría de acá para allá con el micrófono en la mano recitando sus versos. Pero nadie podía escucharlos, el sonido no llegaba ni a los que estaban en las primeras filas. Después de los primeros momentos de estupor los asistentes comenzaron a gritar improperios mientras unos pocos, los más furibundos, tiraban algunas botellas sobre el escenario. Los músicos iniciaron la segunda canción sin reparar en nada y en la tercera algunos asistentes decepcionados empezaron a marcharse rompiendo las butacas y las puertas. Unos pocos intentaron llegar hasta el escenario pero fornidos guardias de seguridad se lo impidieron. Mediado el silencioso concierto quedaban pocos adeptos en el recinto, la mayoría demasiado borrachos para darse cuenta de lo que en realidad pasaba. El local parecía un campo de batalla. Cuando, poco antes de la última canción, el recinto quedó vacío, los músicos se miraron satisfechos, enchufaron con calma sus instrumentos a los enormes altavoces y, tras el agudo silbido de una nota distorsionada que rebotó en las paredes silenciosas, se dispusieron a tocar los primeros compases de los siempre anhelados bises.

11:00 p.m. 1:30 a.m.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Claro que después de esta noche
la cerveza tendría un sabor distinto,
algo más metálico y también de vaso sucio.
Por si quedaba alguna duda tocó su cara
como se toca un espejo roto, los días
que no terminan bien nunca terminan

y esta noche aún movía su rabo
como escondiéndose debajo de una piedra.
Claro que antes todo había sido distinto
y entonces no eran los gatos del tejado
más que cometas que depositó el viento,
había bebido un poco y se movía desde la niebla,
con esquirlas blandas en los ojos

y una propensión desnuda al beso.
Claro que después alguien derramaría algunas gotas
y no de lluvia y dentro de los zapatos
empezó a hacer frío. Siempre las muecas
con el rímel corrido quedan mal
pero a veces trazan el perfil de uno mismo
y es peor. Por si acaso miró sus manos
y encontró una burbuja que pesaba un poco,
como un anillo que quiere evitarse.

Claro que antes no lo había observado
y por eso las paredes tenían un tacto suave,
el sillón tenía un tacto suave,
la piel no pero nadie se fija en eso a no ser
que tenga un sonido de navaja o que aparezca

un poco de barro en el filo de las mantas.

A pesar de todo, el espacio que deja la incertidumbre
lo llena la propia incertidumbre,
(a veces también el eco de dos copas chocando).
Claro que después tendría que dar explicaciones,
no bajo la tensa luz de unos focos,
hoy es todo más sencillo, más bien alejado en sombra,

pero quién entiende los objetos clandestinos,
las palabras clandestinas, los rostros que se miran
tanto rato que al final dejan de verse.
Claro que mucho antes había visto caer su rostro
como quien deshace una cama y para no ser tarde
el invierno que dentro no era

dejaba gotas de rocío en la ventana.
Es entonces cuando pensó que tal vez
pero después se dijo no, y debajo de sus pies
un hilillo de tristeza orilló una copa vaciada en el suelo.
Claro que después alguien apagaría la luna
y los gatos ya eran gatos aunque no huyeron.
Debajo de unas manos se formó despacio un silencio
de puertas cerradas y globos con agujeros

y se quedó ahí, mirando a la noche
que también sabe estar callada si hace falta,
viendo cómo una brisa balanceaba la ropa
que cuelga a veces frágil de los tendederos,
casi siempre con nosotros dentro.

4:00 a.m.

martes, 24 de noviembre de 2009

Dudaba como dudan las alfombras. Quedó desnuda al borde de la bañera, hizo un ovillo con la resaca y dejó que rodara sin consignas, apenándose un poco en los vértices. La cuchilla tenía un filo de araña, circundado por una pátina amarilla de hielo romo. En la habitación se escucharon toses y tres o cuatro cigarros echaron de pronto a volar con un ruido de insecto quemado. La tos número uno quedó desmayada en el gabán, la tos número dos inició una espiral mística y dobló triunfal las toallas. La tos número tres torció el gesto y los umbrales y se metió en su boca dejándole un sabor a pene vacío, a cocina extraña. De pronto, tal vez ayudada por unas zapatillas que de pronto y desde lejos imitaban a una lija, fue como si la duda hubiera encallecido y encanecido y vomitó sobre sí misma con sumo cuidado. Y aparcó a la chica desnuda dentro de la bañera, sin cuchilla y sin pena. Sin ganas.

Maquillaje

miércoles, 18 de noviembre de 2009

de repente se sienta
una sala de espera es igual que un andén
igual que un billete de ida con fecha equivocada

coloca recto el abrigo el bolso a su derecha
en el suelo
-queda un poco de lado con el descuido
de una nota de despedida
valora despacio el silencio después llega un perfume
como un sobre delgado

se posa dulcemente en el periódico
página treinta y cinco noticias inter
nacionales el mundo entero arde en sus ojos
retrocede en su límite
y tiembla
con el rencor de los desposeídos

se mueve un poco incómoda el bolso a su lado
como un cajón que guarda una pistola

cuando te mire -lo hará
con todo el cuerpo
también con las preguntas con el vacío
que precede a la ropa interior
y a las palabras-

aparecerá en el tiempo un fugaz maquillaje
que una mano aplica
con fingida destreza

La pecera

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Se posa como un anillo en el agua.
Desde el cristal (una frontera invisible
o el frío que sucede después de un despertar
lejano), los mira arrebatados, besándose,
bebiéndose la sed y un poco a oscuras.

En la esquina un gabán parece dormido
y frota con un dedo que no existe
las gotas de lluvia que empiezan a secarse.

Llegan las palabras como espejos deformes,
y entre ellas, el silencio es un camino
con los ojos cerrados, la línea imaginaria
que trazan a veces los puntos suspensivos.

Dentro del agua el silencio se hace marítimo,
verdades calladas.

Así puede verlos y oírlos sin reparar apenas
en las piedras artificiales, en un barco duro
que yace en el fondo del agua como un zapato.

Después, cuando ya se han ido y la casa
es un cadáver que dormita, cuando se desperezan
los muebles y corrigen sus posturas,

queda junto al cristal moviéndose en el brillo.
Igual que el humo, quiebra curvas invisibles
que duran lo mismo que palomas blancas,
un instante de serpentina en la casa vacía.

Desde aquí tiene todo una mirada de gafas blandas,
también las plantas artificiales, inútiles adornos
que juegan caprichosamente a su modo.

El aire, con un sabor a tabaco mojado,
le duele porque no es suyo, colmado de un perfume
que reposa en el sofá, desnudo de la piel
y del vértigo del sudor en el dormitorio.

Le duelen los fantasmas que hay tras el cristal,
tras cada puerta pues las puertas solo sirven
para guardar el miedo.

Más tarde, el gabán ya plegado en un sueño
inquieto, desde el agua (como un frasco de mar
con ola dentro) los ve regresar cansados,
besándose con la sed de los náufragos,
mordiendo la soledad pegada en la luz
de las lámparas.

El tiempo, desde este lugar, es un impermeable
con arrugas. Sucede con distancia
porque busca siempre cuerpos desprevenidos,
entregados a la tarea de no ser solo recuerdos.

Pero desde el agua, desde los ojos también,
los relojes parecen recipientes vacíos
y el amanecer una postal en blanco y negro.

Los ve dormir aunque no pueden dormir,
tocándose aún con la soledad que los arrastra,
desnudos pero no del todo. Respirando
porque también algunos peces respiran.

Hay un poco de escarcha en el borde
de la pecera, pero no son lágrimas.

Leche condensada

jueves, 5 de noviembre de 2009

Abro el mueble bar y no hay nada. Nada de lo que yo estoy buscando. Mi madre esconde el bote de leche condensada para que yo no lo encuentre. Busco en el armario de la ropa y tampoco hay nada, solo las botellas de ginebra que guarda mi padre para que nadie pueda quitárselas. En un cajón de la mesilla de noche encuentro la pistola que mi hermano esconde desde que se hizo skin, pero la leche condensada no aparece. Miro en el trastero y solo hay objetos robados, una radio, una tele, ordenadores ocultos tras cajas bien disimuladas. Pregunto a mi hermana pero no me contesta, como siempre. Revuelvo en su habitación, en su joyero hay pastillas y hachís, pero no leche condensada. Miro debajo de la cama de mis padres y encuentro un hombre escondido, semidesnudo. Le pregunto si sabe algo de la leche condensada que guarda mi madre. Tras pensarlo un momento sonríe, pero tampoco suelta prenda. Aburrido, decido esperar a la merienda, con la esperanza de que mi madre rellene con ella el bollo que me da. Aparece mi hermana con los ojos rojos, mi hermano ha salido, mi padre llega oliendo a ginebra. Miro a mi madre, con la carita sonrosada, y me ofrece un bocadillo de mortadela. Le pregunto dónde está la leche condensada. Me observa despacio y responde:
- Este niño es tonto-, mientras, abre el frigorífico y saca la leche condensada- ¿dónde va a estar? En su sitio, como todo.
Como todo.

Orden de derribo

jueves, 29 de octubre de 2009

a la mañana siguiente aparecen los despojos
la cara demasiado pintada
el humo de los bares todavía
sonando en el pecho con un ritmo desafinado
caminas delante de mí como tantas veces
me dices un hombre que vomita es un gallo que canta

tienes la nota de un piano sobre el párpado derecho
y unos ojos que dibujó un niño
abandonado

me dices el calor en el baño de las chicas
nos acariciaba los muslos con las manos

los primeros autobuses le ponen un acento
acostumbrado al día
no sé por qué no te encontré una vez más
al caer la tarde
o tal vez mañana
cuando levanten el vuelo las palabras laborables
y los charcos se tiren de nuevo
a los pies de las autopistas como alegres suicidas
y no me haga tanto daño la luz ni la bebida
la costumbre que tengo de esconderme
como lo hacen algunas sombras
cuando barren las viejas los portales

camino como siempre detrás de ti
me rozas un poco con tu abrigo y alguien
-tal vez yo durante un instante y en otro invierno-
rompe el tacón de tus piernas
con un gesto afortunado
te lame las miradas que te quedan por encima del sueño
y se bate en retirada

me dices un hombre que no ama es una orden de derribo
y me dejas tan despacio –muñeca que se olvida
cada día solo un poco- que casi no se nota

(algunos vendedores de periódicos
sin sombrero y con un reflejo rojo

encendido en los semáforos
fechan el día

hace frío
por ahora

el olor a pan de las tiendas que abren
es mi único aliado).

Una de vaqueros

jueves, 22 de octubre de 2009

atraviesas mis prados
y te tumbas a mi sombra

y vienes a beber el agua fresca
de mis fuentes que palpitan

la hierba crece toda para ti

mi amor
o eres una vaca o te amo demasiado.

jueves, 15 de octubre de 2009

Me parece que acabo de ver un ovni. Estaba yo tumbado (ustedes dirán, pues como siempre, no tiene nada de extraño. Pero no, esta vez era por una noble causa, mi barriga lleva unas dos semanas creciendo al ritmo del ascenso del número de parados y trataba yo de hacerle entrar en razón y también en los últimos agujeros de la correa con dos o tres abdominales); el caso es que en uno de los interminables descansos yacía boca arriba en la terraza de mi piso cuando me quedé mirando una estrella que había justo encima. La visión de las estrellas siempre nos hace pensar cosas profundas cuando estás solo e intentar coger una teta cuando no lo estás. Yo no tenía ninguna teta a mano así que meditaba: qué lejos está, cuánto brilla, mira que si se cayera, cosas filosóficas de esas. Cuando de repente vi que a unos 50 centímetros de donde se posaban mis ojos (en distancias astronómicas creo que es algo más. Y por si alguien que me lea es piloto de aeroplanos bélicos más o menos a las dos en punto) me sorprendió la visión de otra estrella cuya luz era mucho más intensa. Anda, me dije, cómo no la he visto antes, esto debe de ser un planeta (por qué será que todos, cuando miramos al cielo y vemos algo muy brillante pensamos que es un planeta. A veces lo pensamos hasta de las farolas). Para mi sorpresa y la de ustedes ese planeta se movía, y me dije: Anda, un avión incendiado (por qué será que todo lo que brilla y se mueve por el cielo es un avión, sobre todo si parpadea). Pero este no parpadeaba y se fue haciendo cada vez más y más pequeñito hasta que se quedó en nada y yo me quedé con cara de tonto. Cuando todo se acaba es cuando te entran las dudas (no estoy ahora hablando de sexo, aunque también vale) y yo pensaba: ¿me habrá jugado una mala pasada la vista? ¿me habré desmayado un momento y lo he soñado? ¿será una de esas estrellitas que vi justo después de intentar hacer el primer ejercicio? Nada de eso, estoy seguro. He visto un ovni.
Todas las veces que he visto un ovni (no han sido muchas, cinco o seis, sin contar, claro, los efímeros novios que mi hermana traía a casa y que de inmediato, nada más verme con la escopeta, salían volando por el balcón) me he preguntado cómo vivirán en su mundo, si tendrán razas y de qué colores, cómo se reproducirán, si se pondrán ropa de marca. Hoy me he preguntado si también a los machos extraterrestres les molestará tanto bajar la basura. De hecho sabes si un hombre es muy hombre si odia bajar la basura (ni que decir tiene que yo lo detesto). Mientras más lo odies, más machote. Es más, lo peor de todo no es tener que bajar la basura sino estar obligado a poner una bolsa nueva después. Es casi traumático. A veces pasan días y soy incapaz de poner la bolsa nueva. Intento entonces por todos los medios no generar desperdicios. Es duro tener que comerte los huesos de las peras, las cáscaras de los huevos, la piel de los plátanos, el arroz del que ya estás harto, los malos poemas. Pero más duro es tener que poner la irremediable bolsa. Me pregunto si los extraterrestres tendrán una explicación a tan extraño fenómeno, si es que ellos son tan guarros como los humanos. A lo mejor han realizado más avances que nosotros en cuestión de teletransporte y la basura se va sola al lugar ese donde reposan las porquerías. No sé, en esas cosas tan importantes pienso.
Por otro lado, la lluvia que no cae no acaba de limpiar el verano y el bixo, que de gotas de agua sabe mucho, está empezando a sustituirlas por notas musicales.
Anda, si me aligero queda mi ropa caminando detrás como una sombra coloreada, qué curioso.

Sueño

domingo, 4 de octubre de 2009

Empezó en el metro de Madrid, en una joven estudiante de tercer curso de medicina que había dormido poco preparando el examen de anatomía. Una anciana que iba a visitar a su nieto enfermo y esa mañana había madrugado la miraba con ternura. De la anciana pasó, recorriendo el vagón de norte a sur, por un ejecutivo de una compañía telefónica, por una madre y su hija que iban al médico y por dos divorciados que volvían de una noche de juerga, después se paró un segundo hasta dar con dos turistas ingleses que estaban a punto de bajar en Atocha y prendió en el andén sobre una argentina que empezaba a tocar el violín como todas las mañanas. No fue difícil subir las escaleras mecánicas con los seis jóvenes que todavía celebraban la victoria de su equipo desde la noche antes. Ya en la calle pareció morir, pero se agarró de reojo y casi de milagro a un albañil que rápidamente lo dejó en el quiosco donde tres hombres mayores y una puta compraban sendos periódicos y una tableta de chicles. De la puta pasó sin dificultad al quiosquero y a doce aburridos señores que tomaban café en el bar de la esquina. A partir de aquí se bifurca, pero seguiremos a uno de ellos que acababa de pagar y salió en dirección opuesta a la estación de tren, donde se cruzó con un autobús del inserso que en ese momento estaba a punto de descargar cuarenta y tres exhaustos ancianos en la puerta de la estación. No fue difícil que prendiera en la estación, bifurcado en dos ramas principales. Una de ellas murió cuando al pasar delante de un joven de veinte años, este volvió la cabeza para observar el trasero de una inmigrante brasileña que limpiaba la cristalera en una tienda de regalos. La otra rama saltó desde una joven promesa del toreo parado en el andén número cuatro hasta un vendedor de jabones que llegaba en un tren de Zaragoza. De ahí pasó con una fugaz mirada a la azafata que comprobaba los billetes en el Ave de las 9,30 con dirección a Sevilla. A partir de aquí sucedió lo inexplicable. Nadie podría imaginar que llegara a Sevilla, teniendo en cuenta que solo son más o menos cuatrocientos pasajeros en tres horas de trayecto. Pero ocurrió el milagro. A intervalos de unos diez segundos fue pasando de uno a otro hasta casi morir en el maquinista en el momento de estacionar en Ciudad Real. El maquinista fue visto por un anciano que todas las mañanas se sentaba en un banco de la estación a ver pasar los trenes y de ahí saltó a un taxista que acababa de dejar a un cliente. Para no cansar demasiado diremos que se dio una vuelta por la ciudad para regresar a la estación a lomos de una exuberante asesora de imagen de una marca de cosméticos. Entró en el Ave de las 11,26 con dirección a Córdoba y Sevilla. Al llegar a Córdoba visitó la mezquita con un grupo de finlandeses jubilados y regresó para tomar el ave de las 14,02 junto a un concejal de izquierda unida que viajaba a Sevilla para una manifestación contra el despido libre. Finalmente, después de casi morir sobre dos personas que tuvieron que repetir entrando en la estación de Santa Justa, se colocó sobre un soldado de permiso que subía las escaleras mecánicas para encontrarse con su novia. En la sala de espera volvió a prender con fuerza en varias direcciones. Nos interesa la dependienta que acababa de terminar su turno y salía cansada por la puerta norte. De allí llegó no sin dificultades a un cercano campo de fútbol donde recorrió las gradas como una ola pequeñita para seguir, siempre en dirección norte, a lomos de un ciclista primero, de un motorista después y por último del conductor de Tussan de la línea doce. En el primer semáforo casi se durmió en el negro que vendía pañuelos de papel. Saltó con pereza a un coche que torció a la derecha y se quedó caminando con cuatro mujeres que charlaban en dirección al parque de Miraflores. Allí entró en el bloque 51 de la mano de un niño con muletas que se encontró al entrar en el ascensor con tres vecinos. El último que se bajó era mi hermana, en el piso octavo, a la que abrí en el momento justo para que saltara sobre mí mientras hablaba por teléfono con mi novia, estudiante de tercer curso de Medicina y que esa mañana acababa de hacer un examen de anatomía. Sobre mí duró lo que duran todos los bostezos, casi nada.

Apagón

domingo, 27 de septiembre de 2009

Cómo voy a entender
cada vez que estoy a dos velas
que tú me digas: apaga y vámonos

y te marches y me dejes solo

cómo voy a entender cuando eso ocurre
que el amor brille

aunque sea por tu ausencia.

Aviones

lunes, 21 de septiembre de 2009

tienes toda la razón y es de noche
y ladra un perro por detrás de la niebla
en estos momentos me queda la urgencia
de sentirte desnuda
a pesar del frío y las farolas
y el cansancio que llega como una bala intermitente

más tarde te diré que en mi cabeza hay disturbios
y suenan a menudo las sirenas
y tú te pondrás despacio
como siempre la ropa
para que me duela un poco irte perdiendo

haces siempre lo mismo y me gusta
porque nada se repite si no tengo miedo
y después fumamos despacio
y te cuento algún secreto que invento

mientras dibujas un avión en el vaho de los cristales
que se deshace un segundo antes
que tu pelo.

Así hasta siempre

martes, 15 de septiembre de 2009

todos los días sin falta me peino
me hago la raya en los ojales
intervengo en mis asuntos cotidianos
con la mente puesta en otra cosa

dejo las monedas para hacerte un sitio
y camino deprisa hasta tu casa

si no estás tergiverso las mareas
tumbo lo puentes boca abajo
caliento con una coz los radiadores

me salto los semáforos los doblo
los obligo a renunciar a los colores
tengo tanta urgencia de verte
que me agarro a los sonidos supersónicos

a la cola de los caballos más veloces
el tiempo entonces es de plastilina
un reguero de agendas arrancadas

una piedra cargada de protestas
me agacho me trastoco
busco en las ventanas más dispares
y de pronto te encuentro tocando una baranda
llena de tintineantes carcajadas

me conduces de una manera extraña hasta un aparte
y sin plomo me tocas una mano
y un calambre

me dices te buscaba con el cielo enrabietado
con las noches destejidas
con la boca tan fresca como un cocodrilo
y yo me siento a tu lado
y me callo porque hablar a estas alturas
es negar que hay un dios en el fondo lento de tus ojos.

La casa de Bernarda Malva

jueves, 10 de septiembre de 2009

Aquella puritana familia había perdido un miembro. Afligida estaba Adelaida, la viuda, y más aún cuando supo que su inflexible madre le había impuesto un riguroso luto, el mismo que irracionalmente habían seguido todas las anteriores mujeres de la familia siempre que moría un marido o el padre. Sus creencias animistas los obligaban a cambiar de estado o situación de forma gradual, como ocurre con el paso de la noche al día, así que se estableció un periodo inicial de riguroso negro durante los dos primeros años, puertas, ventanas y demás orificios cerrados a cal y canto. Después otros dos años de un color café, entreabriendo la ventana del patio interior en otoño para dejar pasar el aire de lluvia. Sucesivamente, cada dos años aparecían nuevos colores en la ropa y nuevas aperturas al exterior; así llegó la época del castaño y la apertura del portón de la cuadra; el caqui y la ventana de la cocina; el melocotón y la trampilla del desván; el pardo, el almendra, el gris , el beige; la puerta del patio, la ventana del comedor, la claraboya del soberado, la persiana de la habitación. La alegría era ya palpable en la casa de la familia puritana. Adelaida olvidaba sus penas, el color crema le sentaba bien; dos años. El color perla le hacía los ojos más hermosos, la luz se filtraba ya por la ventana del baño, medio abierta. Dos años. El primer traje blanco a punto de estrenarse, cosido con devoción para lucirlo ante la admiración de todo el pueblo. La puerta de la calle que por fin se abre, confundiendo sus chirridos con el llanto de Adelaida por la muerte de su padre, al que sacan de la casa metido en una caja de un color muy negro.

El menor de los Dalton

sábado, 5 de septiembre de 2009

cada muesca que haces
pistolero

deja a las dulces muchachas nada más
que cohibidas
a todas las demás
se les rizan los senos y

debido al calor también los reproches
siento decirte que no eres tan grande
como un acordeón
ni te bañas a menudo

pero tienes en tus manos
la violencia del siglo diecinueve
y una puerta detrás
que se cierra como el humo de un disparo

una muesca más
una bala menos.

Charcutería

domingo, 30 de agosto de 2009

desde que te fuiste aquí sigo
troceado por manos extrañas
en lonchas casi perfectas conservando
todo mi sabor

tras un plástico que aprieta

envasado al vacío.

Buenas noches

jueves, 27 de agosto de 2009

buenas noches

buenas noches
te dejaré aquí
tierno y doblado
como un tallo de luz
como un cuerpo que se acuesta
y se demora en la hierba

lavaré tus calcetines
mientras tanto
recogeré tus ropas y haré una hoguera
en la montaña

peinaré las horas que pasaste
en el ahogo
buscaré a las autoridades
y a los esquivos profetas
y traeré un pasaporte
que te devuelva a mí

nada más que te despiertes
que te devuelva a mí

igual que tras un parpadeo
iré detrás de los arroyos
para darte el agua más fresca
y la carne de las palabras más dulces

y mis besos de yegua celeste

eso será después
de que te duermas
y yo me vaya doblando mensajes aéreos
y regrese otra vez
del mar o de tus labios

buenas noches amor
descansa bajo las manos
que te dejo
bajo el cuerpo que te dejo
mientras busco para traerte el día

será solo un momento
ahora descansa
sin nosotros dos
el tiempo es nada.

martes, 18 de agosto de 2009

Pues no, todavía no tengo cuarto de baño. Comenzaron las obras hace exactamente quince días, después de asegurarme que en cinco estaría todo terminado, y aquí seguimos, con el piso invadido por gente rara (gente que se va de vacaciones, gente que regresa de las vacaciones, gente extraterrestre) y meando todavía en una botella de dos litros de coca cola light (después de las tres primeras veces decidí hacer un corte en la boca –de la botella, claro- para ampliarla, porque es difícil atinar con el chorrito y porque se me quedó atrapada dentro).
No es culpa de nadie, son cosas que pasan. Ya me estaba acostumbrando a los primeros albañiles, gente aparentemente normal, si exceptuamos que el oficial llamaba al peón “cabeza de perro” y le faltaba meterle el palaustre por el culo para humillarlo; pero se hablaba de fútbol, de mujeres, de política, lo normal en estos casos en que invaden tu casa y agradeces al menos que no comenten el color de las paredes o la distribución de los cuartos. Otra cosa fue el fontanero, que lo único que hizo bien fue irse. Pero después de cuatro días de maravilloso desorden laboral comenzaron a faltar azulejos (vaya por dios) y había que esperar una semana a que los trajeran nada más y nada menos que de Castellón (y yo pensando en Benicassim, si hubiera ido los habría bajado yo).
Pues ha pasado otra semana y tres azulejos vienen rotos, los nuevos albañiles (¿albañiles?) han roto otros dos y además uno de ellos me habla del color de las paredes. Menos mal que otro fontanero ya me ha puesto los sanitarios (el nombre es del todo apropiado en estos momentos) y hasta ahora está todo casi correcto. Digo casi porque si abres el grifo del lavabo sale el agua desde la ducha, si abres la ducha sale por el bidet, si le das a la cisterna no pasa nada (sí, sí pasa, acabo de descubrir que se encharca una esquina del cuarto de baño). Pequeños detalles, después de todo. Más complicado se hace lo del váter. Lo han colocado (habrá sido un ligero despiste), de cara a la pared, así que para no hacer mis necesidades como si estuviera castigado me siento del revés. Me está resultando muy práctico, porque cuando la cosa se prolonga demasiado (podría decirlo de otra forma, pero a veces los eufemismos son más inquietantes) me llevo un cojincito y puedo echar una cabezadita sobre la cisterna. Más complicado resulta cuando son aguas menores (este eufemismo no es inquietante, es sencillamente estúpido), porque como entonces no me siento, al tener que rebasar la cisterna, he de calcular bien y realizar una parábola perfecta, lo justo para sortear la cisterna y no manchar la pared. Ya lo voy consiguiendo, solo tengo problemas en el tramo final, que es cuando recurro de nuevo a la botella de coca cola.
A día de hoy, queda por llegar el señor de la mampara (suena a película de terror, ya estoy temblando) y la tapa del váter que, como soy muy moderno, la he pedido con un muelle para que no golpee sobre la taza cuando cae (seguramente debe de haber por medio algún trauma infantil, me habré pillado alguna parte del cuerpo con ella de pequeño).
Así que estoy tan contento que esta mañana he decidido pagarles por anticipado. La dependienta me ha preguntado si quiero que me arreglen también la cocina, ¡por supuesto!, le digo, pero esperemos mejor a la Navidad que vuelvo a tener vacaciones. Sí, este último párrafo es mi pesadilla recurrente.
Por otro lado, observo que al verano le han salido algunas caries en las noches y que, al igual que me ocurría en la infancia, siempre que como higos chumbos acabo clavándome alguna espina. Al bixo no le doy porque para atragantarse ya le basta con los calendarios. Es tan sensible.

El desafortunado Roth

lunes, 10 de agosto de 2009

El desafortunado Roth tenía la desgracia de crecer siempre después de que el sastre le hubiera tomado medidas. Así, por ejemplo, el día de su comunión llevaba los pantalones por encima de los tobillos, las mangas por encima de las muñecas y los hombros le apretaban tanto que caminaba como si estuviese colgado de una percha.
Años más tarde, cada vez que tenía que ir a un bautizo, a la boda de un amigo o a la cena de fin de año, Roth se deprimía profundamente. De nada servía que el sastre dejara un margen de tela en previsión de un crecimiento inesperado. Siempre, el día del estreno había crecido tanto que todo traje lo dejaba en el más absurdo ridículo.
No es extraño, en esas circunstancias, que a pesar de haber tenido varias novias formales y un tremendo deseo de casarse, nunca hubiese dado el paso de pedirles matrimonio. No se atrevía, el día en que debía ser el centro de todas las miradas, a aparecer con un frac irrisorio que dejase sus delgadas pantorrillas al aire, o con un chaqué que no pudiera abotonarse, o con una levita que quedara por encima de su cintura. Finalmente, aburridas de esperar, todas lo abandonaban.
Y así fue como el pobre Roth dejó de asistir a los grandes eventos sociales de su comunidad, y quedó solo y soltero para siempre.
Hasta el día en que murió, día en que por fin el traje que el sastre le hizo no le quedó pequeño y pudo lucirlo con elegancia, las mangas cubriendo con delicadeza las muñecas, los pantalones dos dedos por encima del tacón de los zapatos, los tres asistentes al velorio comentando al mismo tiempo el porte del finado y las noticias que llegaban de una televisión cercana anunciando a bombo y platillo las primeras bodas hawaianas.

Extraño

jueves, 6 de agosto de 2009

- Si te atropellan después de la cópula – le decía a su amigo mientras tomaban una caña en la terraza de un bar-, has tenido mala suerte. Igual que aquel perro que ves tirado en la carretera. Hace diez minutos estaba pegado a una perra tras aquellos cubos de basura. Los he estado observando un buen rato. Después se han marchado cada uno por su lado. La perra ha desaparecido y él ha dado un par de vueltas por aquí, olisqueando debajo de las mesas. Al rato ha cruzado la carretera. Entonces ha sido cuando lo atropellaron. Es extraño.
- ¿Por qué? No me parece extraño, estaría algo cansado y distraído después del acto y no se dio cuenta.
- Sí es extraño. Muy extraño.
- ¿Por qué?
- Conducía ella.

Nada

lunes, 3 de agosto de 2009

el dolor es un tiempo detenido
un autobús con un conductor borracho y homicida
un fusil que humea
y apunta solamente a las manzanas

esta noche tiene toda la razón
y también seré un cobarde
a pesar de que no puedo dormir
y busco mis ojos a gatas con una tristeza que sangra

me inclino a no creer en nada
ni en la brisa que mueve el sacerdote
con su limpia sotana
ni en el llanto del amigo
ni en los dormitorios de sábanas recién planchadas

ni en los perros que ladran al miedo

tengo el alma si es que existe
desquiciada y de plástico
y no me importan los poemas
ni los nobles filósofos ni los besos que antes daba
como un niño bien peinado

y esta noche soy incongruente
y necio
y tiendo nada más que a la locura

todos los pecados están muertos solo son
ceniza
igual que los años que pasaron
que los largos faros alejándose de los hoteles
que la risa que se apaga detrás de las puertas

sin embargo ya lo he dicho
el dolor es un tiempo detenido
un grillo que salpica las paredes
un viejo con la piel confundida entre cartones

algún día yo tampoco estaré aquí

nada más
es todo.

La mesa de al lado

jueves, 23 de julio de 2009

al principio una sombra que pasa a tu lado
un perfume tal vez
pero esto ya lo inventas
se sienta justo entre la última palabra que dices

y deja en la conversación algo como un plato roto
un suave arañazo igual que una risa impropia

después cómo decirlo aunque es tan fácil
-la incertidumbre no es más que una etiqueta
con el precio equivocado-

te vas haciendo un hueco en su mirada
juegas con el tiempo como un héroe que añora las derrotas
toda la pereza

que hay en ti
muere en el dulzor del postre
nada más que son las cuatro de la tarde
y estás tan cerca que puedes tocarla
renunciar un poco a este oscuro balanceo de los días

por más que el vértigo sea otra vez una escalera vieja
y describas con rencor
la curva imperfecta de sus brazos
el anillo que reposa junto a ella como un amante distraído

la torpe fruta que madura sola en sus ojos.

jueves, 16 de julio de 2009

Bueno, pues tampoco hace tanta calor. Anoche me encontré la rata de la rotonda muerta de un golpe (no sé si era de un golpe de calor o de un desaprensivo, lo cierto es que estaba muerta junto a un destartalado abanico que recreaba una escena de la película Ratatouille).
El verano está siendo tan duro que este año ni mosquitos tenemos. Todos los años encontramos cientos al subirnos en el ascensor, los ves dar vueltas y vueltas durante toda la subida y cuando el ascensor para y abres la puerta en el octavo piso salen todos en tromba (ni siquiera te ceden el paso) y se colocan sobre el quicio de la puerta de entrada a casa mirándote con ojos ensangrentados. Da miedo. Notas cómo se excitan cuando haces sonar las llaves y arrecia el zumbido de sus alas cuando la introduces en la cerradura (la elipsis da pie a una lectura malintencionada, pero no hagamos chistes fáciles). A veces, para engañarlos, llamo a la puerta de la vecina y espero a que abra para entrar corriendo en mi casa, así por lo menos elimino la mitad. Pero la vecina se ha dado cuenta y ya no me abre nunca, ni siquiera cuando me salió ardiendo la cocina, ni cuando me quedé en calzoncillos porque se me cerró la puerta en las narices, ni cuando le robo el felpudo (aquí no hay metáfora ninguna, por supuesto).
El caso es que este año no tenemos mosquitos, pero sigo sin poder dormir porque en la caja de la persiana de mi habitación le ha dado por anidar a una pareja de vencejos (debe de ser una pareja con familia numerosa, o que discute mucho, tal es el escándalo que arman). Llevan tres años veraneando desde junio a septiembre en mi ventana, a pesar de que yo veo muchos apartamentos para vencejos libres en mi barrio, y con mejores vistas. Hay que saber que para los vencejos, como para nosotros, el desayuno es la comida más importante del día, por eso desde las siete menos cuarto de la mañana todos se ponen en marcha y me destrozan los tímpanos con sus gritos y su corretear por la caja de la persiana, que si mamá prepárame el desayuno, que si voy a llegar tarde al trabajo, que dónde está nuestra anilla de cazados. Así hasta las once. Después quedan los pequeñines, solos y sin niñera. Durante toda la siesta hacen un ruido aflautado como cuando uno sorbe de forma continuada caracoles, pero en re sostenido y con el volumen al máximo. Al caer la noche llegan los padres y lo mismo con la cena.
Ustedes dirán, pues por qué no los desaloja... Ni los asustaviejas. He pasado tardes enteras, desde las ocho hasta las once, asomado a la ventana y haciendo aspavientos para que no entraran y solo he conseguido varios picotazos cerca del ojo izquierdo y que tres veces llegaran los bomberos porque alguien pensó que estaba pidiendo socorro. La última solución que he encontrado es meter periódicos enteros en el hueco por donde entran, pero claro, ahora no puedo bajar la persiana, y a las siete menos cuarto empieza a entrar un solazo dentro de mi habitación que casi prefiero a los vencejos. Un desastre.
Por otro lado a la noche aún le quedan algunas estrellas y el bixo tiene la linda costumbre de columpiarse solo en las fugaces, para que yo lo mire cada vez que pido un deseo.
Dios mío, qué sueño.

Casi yéndote

viernes, 10 de julio de 2009

que amanezca y ya no estés
y no haya ni cristales ni saliva
y quede solo
recordándote

porque no quiero despertar contigo
prefiero el tapón del silencio jugar
con el hueco que dejas en la almohada

girarme en redondo
y contar las avispas que revolotean
he dedicado tanto tiempo a nada
que si estás me haces daño

y la noche al final de la noche
es un camino cortado
en los balcones alguien sembró telarañas
y hay un jirón de incertidumbre en las palabras

me gusta estar así
viéndote vestida casi yéndote
con la tristeza pegada en el reloj

deseando que no duermas a mi lado
ni me digas hasta pronto
ni dejes abierta la puerta
para que entre el sol

o te siga desnudo
y hasta dónde.

Berberechos

sábado, 4 de julio de 2009

contra todo pronóstico
siendo tan pequeño
consiguió saltar la valla

sortear los límites y las fronteras
ser amado por la chica más alta
dejar en sus palabras el eco del aplauso
cruzar las calles con los ojos cerrados

cercenarse nada más llegar a casa
contra todo pronóstico
la yugular
al abrir una lata
de berberechos.

Sólo desde el alba

jueves, 25 de junio de 2009

llegados de las manos

de otro circo
de los tabiques que se encrespan
cogidos como un mueble a medida

cayéndose
solo desde el alba

con un pezón rodando en una boca dormida

se encuentran los futuros
aprendices de memoria

aterciopelados y oscuros
igual que las grietas que los desórdenes
públicos

empleándose a fondo
en dotar de un cuerpo tibio a las cerezas
convirtiendo las tablas
en trapecios

míralos
ahí vienen
difíciles pero a punto

de romper en un minuto
la vida.

Cine de verano

sábado, 20 de junio de 2009

Es una noche calurosa de julio de 2009 y todos han ido al cine de verano. Proyectan una película realizada en los años cuarenta, en la pantalla aparece un galán con el pelo engominado que sujeta dulcemente por los brazos a una chica pelirroja y acto seguido intenta besarla. Ella mira al público avergonzada y lo rechaza. Quedan un instante quietos y en silencio hasta que él también mira al público y comprende. Al poco se inclina hacia ella y le susurra al oído: no te preocupes, amor, aún no pueden vernos. La besa.

Si no puedes alcanzarla

sábado, 13 de junio de 2009

un hombre sencillo
camina plácidamente como alguien
que ha perdido las llaves de un sucio apartamento

como alguien
que tiene las manos en los bolsillos
y no teme nada
al doblar una esquina

la luna sirve de cuenco a un gato no llueve
porque aún no hay gente triste en las ventanas
se plantea –ya dije plácidamente

como una posibilidad entre dos inviernos
como una página apenas subrayada
qué sería de aquella mujer de piernas ávidas

y de suave balanceo
en el límite del naufragio

-plácidamente ya dije qué sería
de aquella mujer

si de repente
tropezara.

Autobiografía

martes, 9 de junio de 2009

qué soy quién soy
una raíz arrancada por descuido
un perfume sin tacto
un refugiado de provincias

una tabla para cruzar un río
un domingo nublado
tal vez un murciélago
que añora los colores

la nostalgia de los abedules
la tierra seca
los cartílagos las postrimerías

la idiosincrasia de las despedidas
los cuentos que un viejo militar tullido
narra con voz de bayoneta

un pedazo de amarillo
una puerta
un dromedario averiado

es tan fácil ser un recinto amurallado
donde se pierden los carteros
un periódico resuelto
una palabra tal vez
la consonante que se torció el tobillo

un poema de amor en desuso
un paciente que delira
y sueña con los trenes

un tejado que gotea
un invierno extraviado
un fulgor en la noche
cuando se descalzan los pies
de las bailarinas

hay un temblor dentro de mí
y hace un ruido que asombra

todas las sobremesas
se acuesta a mi lado
un silencio de nevera
de bostezo

una penumbra que entorna los ojos
un tebeo que nunca aprendió
a reír
un caballo que galopa
bajo un jinete asustado

un aprendiz de los números…

cuando cuentes hasta diez
será tarde.

Tendencias

sábado, 6 de junio de 2009

La tendera tendía la ropa mientras el marido tendía a no hacer nada. Al llegar la noche ella a tendía a los niños y él se tendía en la cama. Por detalles así nunca se en tendían.

Como todos los días

lunes, 1 de junio de 2009

con el tiempo mi corazón hará un corto viaje
en la ciudad brillará un sol
de tibias pantorrillas
y algunos coches quedarán empotrados
en el crepúsculo

con la memoria de este paisaje me basta
y con la mueca crispada de unos brazos que huyen
cansados de otros brazos
y la soledad de los parques y el silencio
que cae como un telón rasgado

en el pecho de aquel hombre nacerá un poema
y será fugaz como las viejas doncellas
y me hará bien tomar una aspirina
igual que ayer

-dijo sencillamente
la noche.

Seducción

jueves, 21 de mayo de 2009

me dejará decirle señora

de pies fondeados en la primavera
señora coronada por la guinda
de un martini

que usted mira a un hombre que fuma
que se hace el dormido
cuando el humo lo desborda
señora

de pechos numerables y dispuestos
en rosáceas cajas de caudales
usted mira

a un hombre vagamente
optimista
que fuma y apura su café y exhala
los suspiros con un tango en la cima
un hombre que ahora se levanta

señora doblegada entre los rizos
del agua de colonia

y se acerca y ya no fuma y se corrige los destellos señora
de color naturalmente nuevo
y rojo al mismo tiempo

de labios entreabiertos
como antiguos marcapáginas

se acerca y la mira y se equivoca
y del poniente corta una flor
y no un dedo.

sábado, 16 de mayo de 2009

Ahora resulta que el coche se estropea, y yo me bajo y levanto el capó y me paso media hora con la cabeza metida en el motor, supongo que buscando una flechita de color rojo que parpadee y me señale dónde está la avería, un tornillo que hay que apretar, un cable que se soltó, a más no llego. Sin embargo, igual que todos los hombres, finjo que sé lo que estoy haciendo, frunzo el ceño, compruebo con la mano derecha que el tapón del agua del limpiaparabrisas está bien cerrado, que el tapón del aceite sigue ahí y que siempre deja una mancha que nunca se quita, muevo un cablecito, giro la cabeza y busco un gato muerto entre el amasijo de hierros, me miro las manos y las sacudo como si las tuviera llenas de grasa, subo al coche e intento arrancarlo, al momento vuelvo a salir para ver que nada ha cambiado, que con el capó abierto no ha salido volando ningún gato muerto.
Mientras espero a la grúa (¿o es que pensaban que esto terminaba de otra manera?) cojo un libro de poemas de Billy Collins y leo uno en el que habla de la mariposa que al batir sus alas desencadena toda una serie de acontecimientos imprevisibles. Me pregunto si esta facultad es solo propia de las mariposas o la avería de mi coche podrá iniciar una serie de actos en cadena que terminen en un sunami o como mínimo en una bombilla fundida. Para asegurarme de que es el comienzo de algo cierro y abro el capó rápidamente (por aquello del paralelismo con las alas de la mariposa).
Como la espera de la grúa ha sido dura y para que esto no vuelva a suceder me he apuntado a un curso de mecánica a distancia. Pero un carburador en la pantalla del ordenador o en un papel no es como en la vida real (ocurre lo mismo con las suegras y con las tortillitas de camarones) y me ha dado por frecuentar los cementerios de automóviles para poder consolidar mi formación (me pregunto qué hubiera sido de mí de haber elegido un curso a distancia de anatomía). En ocasiones siento la tentación de abrir el capó de algún coche sano aparcado en mi barrio (en este caso me arrepiento de no haber elegido el curso de anatomía) y me quedo en las aceras esperando que a alguien no le arranque el motor, y se baje y abra el capó y yo me acerque con aire suficiente y pueda poner en práctica todos mis conocimientos adquiridos.
Entonces la chica (tenía que ser una chica, y además preciosa y con unos muslos del color de los arroyos y una boca como un turbio caramelo) me mira con ojos entregados y pregunta si entiendo de coches. Por supuesto, todo un experto. Me quedo mirando el motor y espero que fluya toda la sabiduría acumulada…, el tapón del agua del limpiaparabrisas, el del aceite…, por favor, intenta arrancarlo...
Cuando después de llamar a un mecánico (¿esperaban otra cosa?) se sabe que el problema era un cable suelto, una tontería, casi nada, y la chica me mira con un cuchillo en los ojos y una burla en la despedida, siento que algo se funde dentro de mí, (una bombilla, quizás) y comprendo que el poeta tenía razón, que yo también tenía razón, que el movimiento de aquel capó de mi coche inició algo, algo que me hará desear que me trague un sunami y que maldiga al destino, a la puta mariposa.
Por otro lado, la vida sigue yendo al ralentí y el bixo está aprendiendo a montar en patinete. Está muy guapo cruzando de aquí para allá como un garabato de palabras hermosas.
Por vuestro bien, nunca crucéis la calle por los pasos de cebra porque hay quien dice que les da el sol a través de unos barrotes.

Cuándo acabará la luna llena (versión modernista)

domingo, 10 de mayo de 2009

ni princesas ni ranitas
ni emperadores viajando en un barco de plomo
ni la nueva canción que los cisnes
dejan en los tobillos de las criadas

hoy me he levantado
con la televisión apagada
y encendidas las caderas

y tanto cuento chino me bosteza entre las piernas

no me digas nada
ni te vistas con las sedas ni los lánguidos visillos
de los pavos reales

esos servirán para el almuerzo
y tú también

después de todo.

Naïf

miércoles, 6 de mayo de 2009

El pequeño ruiseñor dobla la esquina
y canta porque tiene las alas mojadas
y no puede volar
y canta tan despacio que las fuentes de los parques

se adelgazan
y perecen los brazos de las amapolas

dobla la esquina aunque los pájaros
no saben del misterio del futuro
y en sus casas los techos son más altos

el pequeño ruiseñor es como un hombre triste
que alguien fotografía sentado en la acera

con la mirada en un punto difícil de explicar
y con las alas mojadas.

El sustituto

jueves, 30 de abril de 2009

He perdido el pene. No sé cómo ha ocurrido pero he perdido el pene. Me palpo la entrepierna buscándolo como un loco y no lo encuentro. Miro entre las sábanas, entre las mantas, me quedo pensando cuándo lo vi por última vez. Anoche lo tenía. Recuerdo que fui al baño y que después me acosté y lo tenía. Me levanto, miro bajo la cama, dentro de las zapatillas, debajo del colchón, me quedo en pelotas y me palpo de nuevo. No encuentro mi pene. Me estoy poniendo cada vez más nervioso. Intento relajarme. Me digo: si tampoco lo usas tanto, piensa que si no lo encuentras tampoco pierdes mucho, podrás acostumbrarte, llevar una vida normal, más relajada tal vez. No me sirve. Quiero mi pene. Vuelvo a recordar que anoche lo acaricié ligeramente antes de dormirme. Se me saltan las lágrimas y me enfado conmigo mismo por no haberle prestado más atención. Siempre echamos de menos las cosas cuando ya no las tenemos. Me prometo a mí mismo no dejar de tocarlo y cuidarlo si lo encuentro. Tengo que encontrarlo. Me pongo los calzoncillos y queda un hueco informe donde tendría que estar el bultito de mi pene. Las lágrimas no me dejan ver. Dónde está mi pene. Desesperado salgo al baño a lavarme la cara y al volver le doy una patada a algo que rueda debajo de la cama. Mi pene. Me agacho y lo recojo como quien recoge a un recién nacido. Mi pene. Ni siquiera lo limpio de pelusas ni de polvo, con prisas vuelvo a colocarlo en su sitio. Por fin. Mi pene. Más tranquilo comienzo a vestirme y al calzarme observo que he perdido el dedo gordo del pie derecho. No puede ser. Me bajo de nuevo los calzoncillos y ahora sí, ahora limpio con cuidado el apéndice que hay colocado entre mis piernas. Me encojo de hombros. Mientras no olvide cortarme las uñas…

Canción del que no duerme solo

viernes, 24 de abril de 2009

qué cercano encuentro tu rostro
y qué estricto el maquillaje que te queda
debatiéndote en el sueño
como el silencio en un furgón de cola

han venido contigo las pestañas
y pasaré días buscándolas todas
cuando ya no estés

y no parezcas una carretera tumbada por descuido
o una carta de amor imperfecta

todas las noches tienen almohadas
y el tic tac de una campana como un nido vaciado
acompasando el ritmo de tu pecho
trotando igual que la lluvia en los tejados

voy a dormir hasta que acabe el mundo
o quieras rozar con un pezón de oro mi lengua
y encontrarle manantiales

hasta que nadie sepa vestirte en la mañana
y una melodía de copas y de árboles
conjuren un tiempo de promesas y de uñas.

Carnet de conducir

viernes, 17 de abril de 2009

El día que en la autoescuela explicaron que detrás de un balón siempre viene un niño, y que por tanto es importante frenar y anticiparse a la posibilidad de un atropello, Joaquín estaba algo despistado mirando el escote de su compañera de pupitre y lo entendió al revés, es decir, que detrás de un niño siempre viene un balón. En consecuencia, cada vez que un niño cruzaba la calle delante de su coche Joaquín frenaba presto y no reemprendía la marcha esperando que pasara el balón. Huelga decir las molestias que eso acarreaba al resto de automovilistas. Pero Joaquín, ajeno al sonido de los cláxones y a los variados improperios, esperaba pacientemente a que pasara algún balón. Sin embargo, esto nunca sucedía y Joaquín comenzaba a pensar que ya iba siendo hora de revisar las normas de circulación.
Hasta que un día Joaquín vio pasar el balón justo delante de su coche. No le importó no ver al niño antes, me habré despistado, pensó. Tuvo solo que frenar un poco para ver cómo el balón cruzaba lentamente la calle botando y se quedaba parado junto a la acera. Pues tenían razón en la autoescuela, se dijo. Para no impacientar a los conductores que se acercaban por detrás, Joaquín aceleró a tope.

Ya solo me queda pulir la memoria

domingo, 12 de abril de 2009

ya solo me queda pulir la memoria
quitar las hierbas de un terreno baldío
donde campan a sus anchas los insectos
y tres o cuatro rosas

cubrir por ejemplo aquellos pechos
de la mujer que desnudé un día
para que vuelva de nuevo a ser virgen
o sonrisa sin uso

o pregunta reciente o palmo de fragancia
o día festivo

velar las citas a ciegas que no tuve
como alguien que llora a sus muñecos
mirando unos ojos estériles
y unos brazos que no huelen como axilas
ni saben doblegarse

el hombre que me enseñó una piedra
y me dijo que era un trozo de esperanza
y la tiró con fuerza
para que flotara en los cristales
para que rompiera el agua y despertara a los vecinos

aquella vez que vi un cometa
y tenía las manos de mi madre

y poder dormir de nuevo a pierna suelta
debajo de un caballo que salpica los sueños
sin riendas sin respeto sin temor a nada

sin nadie que me diga no eres tú sino otro
y me cierre como un velcro que tapa la luz
y deje un secreto escondido en ella
suave pero hermoso.

viernes, 10 de abril de 2009

Me da un coraje. De verdad, me da un coraje. Con lo que me gusta preparar la cena y todas las noches que me toca me pongo malo. Al final tiene que prepararla siempre mi hermana o hay que pedir una pizza. Es curioso, porque me pasa lo mismo cuando toca hacer limpieza en el piso o ir a comprar al Carrefour. Cuando es en el Mercadona, sin embargo, no me pongo malo, y además me paso media tarde arreglándome y eligiendo bien la ropa. No sé muy bien por qué, seguramente por agradecimiento a los buenos precios que tienen…, porque por la exuberante y hermosa cajera que me cobra siempre no va a ser.

De un tiempo a esta parte noto que estoy pasando por una crisis (no económica, que también, aunque esta es otra). Imagino que será por la edad. Recuerdo que la primera crisis por la edad que tuve fue al cumplir los tres años. Entonces había una chica de dos años que se llamaba Ángela de la que estaba locamente enamorado, fue mi primer gran amor. Sin embargo, lo nuestro duró poco. Nos veíamos todos los días, cuando nuestras madres coincidían de camino al mercado y se paraban a charlar de sus cosas. Nos mirábamos tiernamente y succionábamos con avidez nuestros respectivos chupetes mientras intentábamos mantener el equilibrio y no hacernos pis encima. Una vez estuvo en mi casa, aunque no pasó del patio ni dejó de jugar con una tortuga que teníamos a pesar de que yo tiraba de ella para llevarla a mi habitación y que nos revolcásemos juntos en la cuna. La cosa terminó cuando a mi madre se le ocurrió que ya era mayor y debía dejar de ponerme pañales. Ese día, cuando íbamos al mercado, con los nervios se me escapó el pipí justo al ver a la niña, y ella se quedó mirando con aire displicente el hilillo de orín que salía por una pernera de mi pantaloncito e iba empapando el zapato y formando un hermoso charco calentito a mis pies. Ahí acabó todo. Nunca volvió a mirarme. Jamás intercambiamos los chupetes ni los mocos. Un desastre.

Después, a lo largo de mi vida he tenido otras muchas crisis por culpa de la edad, algunas con pipí incluido, pero ninguna como la que estoy pasando ahora. Noto que ya los chupachups no saben igual, los pantalones cortos no me quedan tan bien como antes, cada vez acierto menos con el tirachinas (esto también podría interpretarse como una metáfora de algo). Comienzo a preocuparme porque si esto sigue así creo que hasta empezará a gustarme la cerveza y le daré alguna calada a un cigarrillo. Supongo que eso es lo que llaman hacerse mayor, de ahí a verme con barriguita y calvo no hay nada.

Por otro lado pienso que la crisis económica también debe de estar haciendo bastantes estragos, pues cada vez veo más gente encapuchada por las calles, imagino que para que los acreedores no los reconozcan. Puestos a disfrazarse, a mí siempre me gustó más el de Batman, aunque el del ku klux klan parece que impone más. Eso, o está de moda.

Hoy hace viento de poniente, a mí me da igual pero siempre me pregunté si debajo de las faldas el viento de levante o el de poniente causan los mismos estragos. Al bixo no le importa, porque cuando se pone faldas al viento se le corta la respiración. A mí me pasa lo mismo.

 
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