El sustituto

jueves, 30 de abril de 2009

He perdido el pene. No sé cómo ha ocurrido pero he perdido el pene. Me palpo la entrepierna buscándolo como un loco y no lo encuentro. Miro entre las sábanas, entre las mantas, me quedo pensando cuándo lo vi por última vez. Anoche lo tenía. Recuerdo que fui al baño y que después me acosté y lo tenía. Me levanto, miro bajo la cama, dentro de las zapatillas, debajo del colchón, me quedo en pelotas y me palpo de nuevo. No encuentro mi pene. Me estoy poniendo cada vez más nervioso. Intento relajarme. Me digo: si tampoco lo usas tanto, piensa que si no lo encuentras tampoco pierdes mucho, podrás acostumbrarte, llevar una vida normal, más relajada tal vez. No me sirve. Quiero mi pene. Vuelvo a recordar que anoche lo acaricié ligeramente antes de dormirme. Se me saltan las lágrimas y me enfado conmigo mismo por no haberle prestado más atención. Siempre echamos de menos las cosas cuando ya no las tenemos. Me prometo a mí mismo no dejar de tocarlo y cuidarlo si lo encuentro. Tengo que encontrarlo. Me pongo los calzoncillos y queda un hueco informe donde tendría que estar el bultito de mi pene. Las lágrimas no me dejan ver. Dónde está mi pene. Desesperado salgo al baño a lavarme la cara y al volver le doy una patada a algo que rueda debajo de la cama. Mi pene. Me agacho y lo recojo como quien recoge a un recién nacido. Mi pene. Ni siquiera lo limpio de pelusas ni de polvo, con prisas vuelvo a colocarlo en su sitio. Por fin. Mi pene. Más tranquilo comienzo a vestirme y al calzarme observo que he perdido el dedo gordo del pie derecho. No puede ser. Me bajo de nuevo los calzoncillos y ahora sí, ahora limpio con cuidado el apéndice que hay colocado entre mis piernas. Me encojo de hombros. Mientras no olvide cortarme las uñas…

5 comentarios:

Elevalunas Ecléctico dijo...

Hace tiempo ya que Freud hablaba sobre la amenaza de castración, y la relacionaba con el complejo de Edipo. En su teoría (ya superada) exponía argumentos tales como que el niño, cuando era descubierto por su madre jugueteando espontáneamente con su colita era reprendido con frases como "si te la sigues tocando se te va a caer" o lo que era peor: "como te vuelva a ver hacerlo te la corto". Si tenemos en cuenta que esta frase dicha en alemán debía sonar durísima, es fácil imaginar el trauma de los niños, que a partir de ese instante sentían cómo se desvanecía el paraíso en que habían vivido. Incluso la figura de la madre pasaba a ser vista como una amenaza. Eso no destruía por completo su especial relación amorosa, más bien el complejo de Edipo pasaba a un estado de latencia.
Algunos discípulos de Freud, dieron un paso más y realizaron una interpretación de los sueños en los que el pene era sustituido por otro miembro, si bien es cierto que en la fantasía más recurrente el miembro sustituto era una trompa de elefante, lo que se interpretaba como una suerte de delirio de grandeza.
Amigo Agoneluz, para conocer la naturaleza de tu etapa vital, sería importante saber si el dedo gordo apunta hacia arriba o hacia abajo.

Flordecementerio dijo...

No busques más, el pene lo tengo yo(es que no se pude beber tanto).
Por cierto ¿qué número de pie tienes? seguro que salimos ganando.

agoneluz dijo...

Espero que lo cuides, es un artículo muy delicado. Para conservarlo en buen estado debes usarlo todos los días, aunque creo que sin mí no sirve de mucho (a veces ni conmigo tampoco).
Parece que esta historia ha sembrado ciertas dudas sobre las dimensiones del miembro del protagonista y desatado una ligera curiosidad sobre mis extremidades inferiores. Diré que en ninguno de los dos casos existe el menor parecido con una trompa de elefante.

Ana dijo...

Dejando a un lado los tamaños, la parte buena de la historia es que si sigues perdiendo partes de tu anatomía y buscando sustitutos de esa curiosa forma, a lo mejor puedes transformarte en la novia del bicho.

Anónimo dijo...

Jajajjajaja,...lo tuyo no es normal! Muy bueno!!!
Bea

 
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