Seducción

jueves, 21 de mayo de 2009

me dejará decirle señora

de pies fondeados en la primavera
señora coronada por la guinda
de un martini

que usted mira a un hombre que fuma
que se hace el dormido
cuando el humo lo desborda
señora

de pechos numerables y dispuestos
en rosáceas cajas de caudales
usted mira

a un hombre vagamente
optimista
que fuma y apura su café y exhala
los suspiros con un tango en la cima
un hombre que ahora se levanta

señora doblegada entre los rizos
del agua de colonia

y se acerca y ya no fuma y se corrige los destellos señora
de color naturalmente nuevo
y rojo al mismo tiempo

de labios entreabiertos
como antiguos marcapáginas

se acerca y la mira y se equivoca
y del poniente corta una flor
y no un dedo.

sábado, 16 de mayo de 2009

Ahora resulta que el coche se estropea, y yo me bajo y levanto el capó y me paso media hora con la cabeza metida en el motor, supongo que buscando una flechita de color rojo que parpadee y me señale dónde está la avería, un tornillo que hay que apretar, un cable que se soltó, a más no llego. Sin embargo, igual que todos los hombres, finjo que sé lo que estoy haciendo, frunzo el ceño, compruebo con la mano derecha que el tapón del agua del limpiaparabrisas está bien cerrado, que el tapón del aceite sigue ahí y que siempre deja una mancha que nunca se quita, muevo un cablecito, giro la cabeza y busco un gato muerto entre el amasijo de hierros, me miro las manos y las sacudo como si las tuviera llenas de grasa, subo al coche e intento arrancarlo, al momento vuelvo a salir para ver que nada ha cambiado, que con el capó abierto no ha salido volando ningún gato muerto.
Mientras espero a la grúa (¿o es que pensaban que esto terminaba de otra manera?) cojo un libro de poemas de Billy Collins y leo uno en el que habla de la mariposa que al batir sus alas desencadena toda una serie de acontecimientos imprevisibles. Me pregunto si esta facultad es solo propia de las mariposas o la avería de mi coche podrá iniciar una serie de actos en cadena que terminen en un sunami o como mínimo en una bombilla fundida. Para asegurarme de que es el comienzo de algo cierro y abro el capó rápidamente (por aquello del paralelismo con las alas de la mariposa).
Como la espera de la grúa ha sido dura y para que esto no vuelva a suceder me he apuntado a un curso de mecánica a distancia. Pero un carburador en la pantalla del ordenador o en un papel no es como en la vida real (ocurre lo mismo con las suegras y con las tortillitas de camarones) y me ha dado por frecuentar los cementerios de automóviles para poder consolidar mi formación (me pregunto qué hubiera sido de mí de haber elegido un curso a distancia de anatomía). En ocasiones siento la tentación de abrir el capó de algún coche sano aparcado en mi barrio (en este caso me arrepiento de no haber elegido el curso de anatomía) y me quedo en las aceras esperando que a alguien no le arranque el motor, y se baje y abra el capó y yo me acerque con aire suficiente y pueda poner en práctica todos mis conocimientos adquiridos.
Entonces la chica (tenía que ser una chica, y además preciosa y con unos muslos del color de los arroyos y una boca como un turbio caramelo) me mira con ojos entregados y pregunta si entiendo de coches. Por supuesto, todo un experto. Me quedo mirando el motor y espero que fluya toda la sabiduría acumulada…, el tapón del agua del limpiaparabrisas, el del aceite…, por favor, intenta arrancarlo...
Cuando después de llamar a un mecánico (¿esperaban otra cosa?) se sabe que el problema era un cable suelto, una tontería, casi nada, y la chica me mira con un cuchillo en los ojos y una burla en la despedida, siento que algo se funde dentro de mí, (una bombilla, quizás) y comprendo que el poeta tenía razón, que yo también tenía razón, que el movimiento de aquel capó de mi coche inició algo, algo que me hará desear que me trague un sunami y que maldiga al destino, a la puta mariposa.
Por otro lado, la vida sigue yendo al ralentí y el bixo está aprendiendo a montar en patinete. Está muy guapo cruzando de aquí para allá como un garabato de palabras hermosas.
Por vuestro bien, nunca crucéis la calle por los pasos de cebra porque hay quien dice que les da el sol a través de unos barrotes.

Cuándo acabará la luna llena (versión modernista)

domingo, 10 de mayo de 2009

ni princesas ni ranitas
ni emperadores viajando en un barco de plomo
ni la nueva canción que los cisnes
dejan en los tobillos de las criadas

hoy me he levantado
con la televisión apagada
y encendidas las caderas

y tanto cuento chino me bosteza entre las piernas

no me digas nada
ni te vistas con las sedas ni los lánguidos visillos
de los pavos reales

esos servirán para el almuerzo
y tú también

después de todo.

Naïf

miércoles, 6 de mayo de 2009

El pequeño ruiseñor dobla la esquina
y canta porque tiene las alas mojadas
y no puede volar
y canta tan despacio que las fuentes de los parques

se adelgazan
y perecen los brazos de las amapolas

dobla la esquina aunque los pájaros
no saben del misterio del futuro
y en sus casas los techos son más altos

el pequeño ruiseñor es como un hombre triste
que alguien fotografía sentado en la acera

con la mirada en un punto difícil de explicar
y con las alas mojadas.

 
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