Otro igual

martes, 23 de marzo de 2010

adónde vamos a llegar
y las alemanas paseándose en bikini
mi abuelo regalaba bombones
a las cajeras de todos los supermercados

no podían huir lo mismo
que en una trinchera mi abuelo disparaba
bombones
y a veces también coplillas
que no había aprendido a olvidar
en un susurro de dientes postizos
mirándonos a todos en blanco y negro

durmiéndose a ratos

siempre que alguien te dice la verdad
te engaña siempre me decía

contaba

de la guerra también de los reyes magos
porque alguien le dijo que las muchachas
traían los regalos en los pechos

suspiraba antes de morir después
ya no
porque se fue a buscarle las piernas a la muerte
con un bastón doblado y no quiso llevarse
el semáforo y el bar

donde todas las tardes tomaba un café
y mojaba su baba y su deseo
de ser como todos otra vez joven y

reía con una risa de hombre que ensaya
esperando un beso

las bromas
que las muchachas dejaban
como por descuido a su lado

me daba veinte duros nunca
mires a los ojos de la mujer que amas
o estarás perdido me decía
se acordaba de los nombres de los perros que tuvo

tal vez también de mi abuela
y no lo vi llorar aunque se inflaba por dentro
como llenándose de una gota grande

si le regañaban sus hijas si
la comida tenía un ligero sabor a nada si
notaba la ausencia de algunas palabras

le gustaban las morenas dicen
que me parezco a él

aunque no desprecio a las rubias no tengo
perro
no tomo
café
no me detengo
en los semáforos.

Tal vez mañana

miércoles, 17 de marzo de 2010

Todas las noches la puta me invita a una copa, desliza su mano entre mis muslos mientras yo le hablo con desgana del duro trabajo en la oficina. Intenta besarme en los labios y se entristece un poco si no la dejo. En la barra estamos solos ella y yo, y el barman alejado en una esquina midiendo el brillo de las copas vacías. El bar también está vacío, igual que siempre. Me pregunta vaguedades sobre mi vida y sus palabras son amables como sus manos, que me acarician desde una ternura lenta. Después me enseña un fajo de billetes y tira de mi brazo, sin premura, hasta una habitación desvencijada donde le hago el amor durante un rato, cayéndome dentro pero casi sin estar allí. Ella me observa y se da cuenta de todo, y a veces se achica y su orgasmo tiene entonces un disparo de fogueo. Cuando me visto siempre mido el tiempo y lo retardo con cautela mientras ella, algo incómoda tal vez porque sabe del artificio del momento, deja el dinero sobre la mesilla, llenándolo todo. Siempre salgo después que ella, tras contar uno a uno los billetes, sabiendo que están todos, todavía, eso creo, impregnados con el calor de sus senos. Me espera siempre en la barra de nuevo, para decirme adiós cuando me vuelvo antes de franquear la puerta de salida, con los ojos ¿de quién? asustados y llenos de lágrimas, y la incertidumbre como un vaso de plomo queriendo saber si regresaré mañana.

viernes, 12 de marzo de 2010

No sabía que había que hacer cursillos para realizar milagros. Leo en una revista seria que hay un curso titulado: “Introducción a los milagros” y pienso que también en los cursillos, como en tantas cosas, los de antes eran mejores. Claro que, aún así, Jesucristo tuvo que sacar Matrícula de Honor, o doctorarse en milagros, si no no se explica. De cualquier forma, los milagros de hoy en día ya no son como los de antes, donde se ponga una resurrección o el milagro de los panes y los peces que se quite el viagra y que llueva cuando sacan al viejo en los pueblos. (El milagro de los panes y los peces no sirve hacerlo al revés, que eso lo hace cualquiera). A lo mejor es que en esta época sólo se da la introducción a los milagros, mientras que en épocas antiguas había además Curso avanzado de milagros I y II y Licenciatura en milagros (con becas y prácticas en Judea). Yo qué sé.
Han ocurrido muchas cosas en todo este tiempo, aparte de que estoy comenzando a sanar serpientes (en este curso se practica con ellas, si no las curas es que son del diablo). De ellas sobre todo hay dos que me han impactado (no digo serpientes, sino cosas): me he dado un golpe tremendo en las costillas que aún me tiene medio postrado y tengo una contractura en el hombro izquierdo, de otro impacto, impactante también. No sé por qué todas las cosas llegan últimamente del lado izquierdo, como los golpes o las vacaciones forzadas de ese hemisferio cerebral, o la jubilación a los sesenta y siete años. Para compensar, he dejado de mirar hacia la izquierda cuando cruzo la calle, seguro que me va mejor así. Bueno, el caso es que con el dolor de costillas y la contractura no puedo girarme hacia ese lado maldito en la cama, tengo que dormir boca arriba o hacia la derecha. Los sueños que tengo son radicalmente distintos pero lo que realmente me preocupa es que no sé si hay alguien acostado junto a mí en la cama. Siempre duermo en el lado derecho y sospecho que puede haber alguien a mi izquierda, tal vez la última chica que se quedó en casa, allá por el siglo XX. Desde hace unos días percibo un olor extraño en la habitación pero como no puedo girarme… Durante el día nunca me acuerdo de mirar porque me levanto dormido y con la hora pegada en el trasero. Cuando me cure veré, tal vez tenga la posibilidad de poner en práctica las últimas habilidades adquiridas en el maravilloso curso de milagros (con esto no debería interpretarse que los conocimientos en sanación de serpientes vayan a tener las mismas consecuencias en las mujeres o, en caso extremo, que mujeres y serpientes vengan a ser lo mismo. Para nada).
Por otra parte imagino que nadie se pregunta por qué estoy tan impactado y piensan simplemente que soy algo liviano. Pues de todas formas lo cuento: también estoy aprendiendo a patinar. Bueno, de momento aprendo más a caerme. ¿Para qué estoy aprendiendo a patinar? Pues eso no lo sé con seguridad, primero pensé que quedaría muy moderno ir patinando hasta el trabajo y ahorraría algo de tiempo pero he descubierto que no hay patines todoterreno y que tendría siempre que hacer una parada en el hospital más cercano. Después pensé que por lo menos haría amiguitos pero mientras vamos en patines muy bien, las risas y los golpes y todo eso, pero cuando nos quitamos los patines no sabemos qué decirnos, nos quedamos mirando los patines, dándoles vueltas a las rueditas, sin saber qué hacer ni qué decir. A los patines les está pasando como a la cerveza y al café: sin ellos la amistad no existe. Al menos me está sirviendo para poner en práctica algunos remedios milagrosos que he aprendido que, por cierto, para que no haya ningún otro malentendido con los ofidios, no están surtiendo ningún efecto.
Leo una frase de Robert Frost que dice: “La felicidad compensa con altura lo que escatima en longitud” e inmediatamente subo al undécimo piso por si está en venta. Los vecinos me dicen que no pero también que ellos serían más felices si no tuvieran goteras en los techos. Me quedo perplejo porque una felicidad con goteras es lo que ya tenía, y más este año con la que está cayendo.
Al bixo las gotas de lluvia empiezan a salirle por los ojillos y yo las recojo para regar con ellas las alegrías y los pensamientos. Los geranios no que siempre cogen bichos.

De noche es el sitio

domingo, 7 de marzo de 2010

el terror siempre es nocturno
y no duerme en ciudades amuralladas
ahora comienzo a saber
que construyo piedras que se deshacen en humo

y es así
y demoro tanto los minutos
que parece que el tiempo sabe a chicle
todas estas piernas que poseo

huyen en desbandada
igual que corderos rotos

me contabas cuentos
recuerdas
con los dedos extintos y mientras
en tu cintura ardían todos los fantasmas
a veces me dejabas hacer

alguna pirueta en tus labios
te tocaba
como los árboles se enredan en el agua
con unas manos que me dejaban atrás
deshaciendo un camino
o demorándome como tantas veces en el mismo futuro

hay quien dice que lo peor de uno mismo
es sentirse un extraño
no cerrar nunca los ojos
para que el sueño no escale las murallas

y te deje junto a las puertas de una mujer blanca
de dientes podridos
y medias robadas

que se sienta a tu lado como un dolor prestado
hasta que te haces un hombre
de verdad.

El sueño de ahora

miércoles, 3 de marzo de 2010

delimitar los dedos dejarlos hacer
figuras geométricas que fingen el humo

tiene un sabor la tierra
igual que los cuerpos empapados
en el barro

dejarlos en la distancia del orgullo
un poco apartados
solicitándose por una correspondencia
lenta

atemorizada y un poco fingida
como uñas retráctiles que amontonan castillos y cartas
yo tampoco estoy dormido
y bajo las sábanas los muevo con torpeza

buscando la salida hacia sus numerosos pechos
blandos y entregados
entrelazar con ellos el aire que ahora está opaco
donde más me gusta

acercarme pero no tanto
porque el miedo sin distancia ya no es miedo
porque un roce produce un corte
que no se cierra nunca

yo tampoco estoy dormido
pero invento en esta quietud un sueño
y cuántas pesadillas.

 
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