Apagón

domingo, 27 de septiembre de 2009

Cómo voy a entender
cada vez que estoy a dos velas
que tú me digas: apaga y vámonos

y te marches y me dejes solo

cómo voy a entender cuando eso ocurre
que el amor brille

aunque sea por tu ausencia.

Aviones

lunes, 21 de septiembre de 2009

tienes toda la razón y es de noche
y ladra un perro por detrás de la niebla
en estos momentos me queda la urgencia
de sentirte desnuda
a pesar del frío y las farolas
y el cansancio que llega como una bala intermitente

más tarde te diré que en mi cabeza hay disturbios
y suenan a menudo las sirenas
y tú te pondrás despacio
como siempre la ropa
para que me duela un poco irte perdiendo

haces siempre lo mismo y me gusta
porque nada se repite si no tengo miedo
y después fumamos despacio
y te cuento algún secreto que invento

mientras dibujas un avión en el vaho de los cristales
que se deshace un segundo antes
que tu pelo.

Así hasta siempre

martes, 15 de septiembre de 2009

todos los días sin falta me peino
me hago la raya en los ojales
intervengo en mis asuntos cotidianos
con la mente puesta en otra cosa

dejo las monedas para hacerte un sitio
y camino deprisa hasta tu casa

si no estás tergiverso las mareas
tumbo lo puentes boca abajo
caliento con una coz los radiadores

me salto los semáforos los doblo
los obligo a renunciar a los colores
tengo tanta urgencia de verte
que me agarro a los sonidos supersónicos

a la cola de los caballos más veloces
el tiempo entonces es de plastilina
un reguero de agendas arrancadas

una piedra cargada de protestas
me agacho me trastoco
busco en las ventanas más dispares
y de pronto te encuentro tocando una baranda
llena de tintineantes carcajadas

me conduces de una manera extraña hasta un aparte
y sin plomo me tocas una mano
y un calambre

me dices te buscaba con el cielo enrabietado
con las noches destejidas
con la boca tan fresca como un cocodrilo
y yo me siento a tu lado
y me callo porque hablar a estas alturas
es negar que hay un dios en el fondo lento de tus ojos.

La casa de Bernarda Malva

jueves, 10 de septiembre de 2009

Aquella puritana familia había perdido un miembro. Afligida estaba Adelaida, la viuda, y más aún cuando supo que su inflexible madre le había impuesto un riguroso luto, el mismo que irracionalmente habían seguido todas las anteriores mujeres de la familia siempre que moría un marido o el padre. Sus creencias animistas los obligaban a cambiar de estado o situación de forma gradual, como ocurre con el paso de la noche al día, así que se estableció un periodo inicial de riguroso negro durante los dos primeros años, puertas, ventanas y demás orificios cerrados a cal y canto. Después otros dos años de un color café, entreabriendo la ventana del patio interior en otoño para dejar pasar el aire de lluvia. Sucesivamente, cada dos años aparecían nuevos colores en la ropa y nuevas aperturas al exterior; así llegó la época del castaño y la apertura del portón de la cuadra; el caqui y la ventana de la cocina; el melocotón y la trampilla del desván; el pardo, el almendra, el gris , el beige; la puerta del patio, la ventana del comedor, la claraboya del soberado, la persiana de la habitación. La alegría era ya palpable en la casa de la familia puritana. Adelaida olvidaba sus penas, el color crema le sentaba bien; dos años. El color perla le hacía los ojos más hermosos, la luz se filtraba ya por la ventana del baño, medio abierta. Dos años. El primer traje blanco a punto de estrenarse, cosido con devoción para lucirlo ante la admiración de todo el pueblo. La puerta de la calle que por fin se abre, confundiendo sus chirridos con el llanto de Adelaida por la muerte de su padre, al que sacan de la casa metido en una caja de un color muy negro.

El menor de los Dalton

sábado, 5 de septiembre de 2009

cada muesca que haces
pistolero

deja a las dulces muchachas nada más
que cohibidas
a todas las demás
se les rizan los senos y

debido al calor también los reproches
siento decirte que no eres tan grande
como un acordeón
ni te bañas a menudo

pero tienes en tus manos
la violencia del siglo diecinueve
y una puerta detrás
que se cierra como el humo de un disparo

una muesca más
una bala menos.

 
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