sábado, 16 de mayo de 2009

Ahora resulta que el coche se estropea, y yo me bajo y levanto el capó y me paso media hora con la cabeza metida en el motor, supongo que buscando una flechita de color rojo que parpadee y me señale dónde está la avería, un tornillo que hay que apretar, un cable que se soltó, a más no llego. Sin embargo, igual que todos los hombres, finjo que sé lo que estoy haciendo, frunzo el ceño, compruebo con la mano derecha que el tapón del agua del limpiaparabrisas está bien cerrado, que el tapón del aceite sigue ahí y que siempre deja una mancha que nunca se quita, muevo un cablecito, giro la cabeza y busco un gato muerto entre el amasijo de hierros, me miro las manos y las sacudo como si las tuviera llenas de grasa, subo al coche e intento arrancarlo, al momento vuelvo a salir para ver que nada ha cambiado, que con el capó abierto no ha salido volando ningún gato muerto.
Mientras espero a la grúa (¿o es que pensaban que esto terminaba de otra manera?) cojo un libro de poemas de Billy Collins y leo uno en el que habla de la mariposa que al batir sus alas desencadena toda una serie de acontecimientos imprevisibles. Me pregunto si esta facultad es solo propia de las mariposas o la avería de mi coche podrá iniciar una serie de actos en cadena que terminen en un sunami o como mínimo en una bombilla fundida. Para asegurarme de que es el comienzo de algo cierro y abro el capó rápidamente (por aquello del paralelismo con las alas de la mariposa).
Como la espera de la grúa ha sido dura y para que esto no vuelva a suceder me he apuntado a un curso de mecánica a distancia. Pero un carburador en la pantalla del ordenador o en un papel no es como en la vida real (ocurre lo mismo con las suegras y con las tortillitas de camarones) y me ha dado por frecuentar los cementerios de automóviles para poder consolidar mi formación (me pregunto qué hubiera sido de mí de haber elegido un curso a distancia de anatomía). En ocasiones siento la tentación de abrir el capó de algún coche sano aparcado en mi barrio (en este caso me arrepiento de no haber elegido el curso de anatomía) y me quedo en las aceras esperando que a alguien no le arranque el motor, y se baje y abra el capó y yo me acerque con aire suficiente y pueda poner en práctica todos mis conocimientos adquiridos.
Entonces la chica (tenía que ser una chica, y además preciosa y con unos muslos del color de los arroyos y una boca como un turbio caramelo) me mira con ojos entregados y pregunta si entiendo de coches. Por supuesto, todo un experto. Me quedo mirando el motor y espero que fluya toda la sabiduría acumulada…, el tapón del agua del limpiaparabrisas, el del aceite…, por favor, intenta arrancarlo...
Cuando después de llamar a un mecánico (¿esperaban otra cosa?) se sabe que el problema era un cable suelto, una tontería, casi nada, y la chica me mira con un cuchillo en los ojos y una burla en la despedida, siento que algo se funde dentro de mí, (una bombilla, quizás) y comprendo que el poeta tenía razón, que yo también tenía razón, que el movimiento de aquel capó de mi coche inició algo, algo que me hará desear que me trague un sunami y que maldiga al destino, a la puta mariposa.
Por otro lado, la vida sigue yendo al ralentí y el bixo está aprendiendo a montar en patinete. Está muy guapo cruzando de aquí para allá como un garabato de palabras hermosas.
Por vuestro bien, nunca crucéis la calle por los pasos de cebra porque hay quien dice que les da el sol a través de unos barrotes.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué manía! ¿Por qué no te gustan los pasos de cebra?
Algunos son como ventanas en un muro gris, y otros hasta tienen montañas y puestas de sol.
Espero por tu bien, que con la anatomía te vaya mejor que con la mecánica.

Ana dijo...

¿Te imaginas si de verdad te encuentras al gato muerto?, ¿Qué hubieras hecho? ¿Llamar a los bomberos?
Me ha gustado lo del garabato.
¿Seguimos con los principios y los finales?

Elevalunas dijo...

Un curso de mecánica, o de anatomía, a distancia siempre será algo incompleto, falta el contacto real con el objeto de estudio; ocurre como con el cibersexo, o las redes sociales de Internet. O los blogs con sus comentarios. Luego en la vida real pasa lo que pasa.

agoneluz dijo...

Últimamente soy más de finales, no encuentro el principio de nada y sí el final de todo.
Después del último curso a distancia de anatomía sigo confundiendo el culo con las témporas. Ahora voy a probar con uno de cocina rápida, para ver si dejo de confundir la velocidad con el tocino.

margarito dijo...

pues entre la arañita de la dcha,los gatos muertos voladores y las cebras me desorienté,topo(vaya,otro bicho!)

 
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