viernes, 10 de abril de 2009

Me da un coraje. De verdad, me da un coraje. Con lo que me gusta preparar la cena y todas las noches que me toca me pongo malo. Al final tiene que prepararla siempre mi hermana o hay que pedir una pizza. Es curioso, porque me pasa lo mismo cuando toca hacer limpieza en el piso o ir a comprar al Carrefour. Cuando es en el Mercadona, sin embargo, no me pongo malo, y además me paso media tarde arreglándome y eligiendo bien la ropa. No sé muy bien por qué, seguramente por agradecimiento a los buenos precios que tienen…, porque por la exuberante y hermosa cajera que me cobra siempre no va a ser.

De un tiempo a esta parte noto que estoy pasando por una crisis (no económica, que también, aunque esta es otra). Imagino que será por la edad. Recuerdo que la primera crisis por la edad que tuve fue al cumplir los tres años. Entonces había una chica de dos años que se llamaba Ángela de la que estaba locamente enamorado, fue mi primer gran amor. Sin embargo, lo nuestro duró poco. Nos veíamos todos los días, cuando nuestras madres coincidían de camino al mercado y se paraban a charlar de sus cosas. Nos mirábamos tiernamente y succionábamos con avidez nuestros respectivos chupetes mientras intentábamos mantener el equilibrio y no hacernos pis encima. Una vez estuvo en mi casa, aunque no pasó del patio ni dejó de jugar con una tortuga que teníamos a pesar de que yo tiraba de ella para llevarla a mi habitación y que nos revolcásemos juntos en la cuna. La cosa terminó cuando a mi madre se le ocurrió que ya era mayor y debía dejar de ponerme pañales. Ese día, cuando íbamos al mercado, con los nervios se me escapó el pipí justo al ver a la niña, y ella se quedó mirando con aire displicente el hilillo de orín que salía por una pernera de mi pantaloncito e iba empapando el zapato y formando un hermoso charco calentito a mis pies. Ahí acabó todo. Nunca volvió a mirarme. Jamás intercambiamos los chupetes ni los mocos. Un desastre.

Después, a lo largo de mi vida he tenido otras muchas crisis por culpa de la edad, algunas con pipí incluido, pero ninguna como la que estoy pasando ahora. Noto que ya los chupachups no saben igual, los pantalones cortos no me quedan tan bien como antes, cada vez acierto menos con el tirachinas (esto también podría interpretarse como una metáfora de algo). Comienzo a preocuparme porque si esto sigue así creo que hasta empezará a gustarme la cerveza y le daré alguna calada a un cigarrillo. Supongo que eso es lo que llaman hacerse mayor, de ahí a verme con barriguita y calvo no hay nada.

Por otro lado pienso que la crisis económica también debe de estar haciendo bastantes estragos, pues cada vez veo más gente encapuchada por las calles, imagino que para que los acreedores no los reconozcan. Puestos a disfrazarse, a mí siempre me gustó más el de Batman, aunque el del ku klux klan parece que impone más. Eso, o está de moda.

Hoy hace viento de poniente, a mí me da igual pero siempre me pregunté si debajo de las faldas el viento de levante o el de poniente causan los mismos estragos. Al bixo no le importa, porque cuando se pone faldas al viento se le corta la respiración. A mí me pasa lo mismo.

4 comentarios:

Elevalunas Ecléctico dijo...

Hablando de gente encapuchada, he visto un nazareno con túnica de neopreno

agoneluz dijo...

Previsor, aunque este año parece que no les va a llover. A lo mejor después se van al río a surfear, por eso van otros descalzos.
Por cierto (y esto no va por ti, Elevalunas), en este tribunal de la censura no se condena nunca la mentira (muy al contrario, siempre es bien recibida), sino la falta de elegancia.

Anónimo dijo...

Cualquiera escribe algo después de esto. ¿Tengo que ponerme corbata?

agoneluz dijo...

Mejor una túnica de neopreno, que el tiempo está muy variable.

 
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