viernes, 10 de julio de 2009
que amanezca y ya no estés
y no haya ni cristales ni saliva
y quede solo
recordándote
porque no quiero despertar contigo
prefiero el tapón del silencio jugar
con el hueco que dejas en la almohada
girarme en redondo
y contar las avispas que revolotean
he dedicado tanto tiempo a nada
que si estás me haces daño
y la noche al final de la noche
es un camino cortado
en los balcones alguien sembró telarañas
y hay un jirón de incertidumbre en las palabras
me gusta estar así
viéndote vestida casi yéndote
con la tristeza pegada en el reloj
deseando que no duermas a mi lado
ni me digas hasta pronto
ni dejes abierta la puerta
para que entre el sol
o te siga desnudo
y hasta dónde.
5 comentarios:
Me hubiera gustado quedarme y desayunar juntos, pero bueno.
Siempre existirá el peligro de que se queme la tostada. (Y no quiero volver al tema del mollete)
Recoger tristeza de relojes ajenos puede ser hermoso, así varia una de la suya propia.
Menos mal que esta vez solo es casi.
¿Nunca te han dado con la puerta en ..., la cara?
Suele dar antes en las narices. El problema que te encuentras con las puertas que existen actualmente es que, al ser blindadas, el daño puede ser irreparable. Así, uno trata de ir siempre con mucho más cuidado. Yo, que debo de ser un nostálgico, siempre he preferido las cortinillas.
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