martes, 18 de agosto de 2009

Pues no, todavía no tengo cuarto de baño. Comenzaron las obras hace exactamente quince días, después de asegurarme que en cinco estaría todo terminado, y aquí seguimos, con el piso invadido por gente rara (gente que se va de vacaciones, gente que regresa de las vacaciones, gente extraterrestre) y meando todavía en una botella de dos litros de coca cola light (después de las tres primeras veces decidí hacer un corte en la boca –de la botella, claro- para ampliarla, porque es difícil atinar con el chorrito y porque se me quedó atrapada dentro).
No es culpa de nadie, son cosas que pasan. Ya me estaba acostumbrando a los primeros albañiles, gente aparentemente normal, si exceptuamos que el oficial llamaba al peón “cabeza de perro” y le faltaba meterle el palaustre por el culo para humillarlo; pero se hablaba de fútbol, de mujeres, de política, lo normal en estos casos en que invaden tu casa y agradeces al menos que no comenten el color de las paredes o la distribución de los cuartos. Otra cosa fue el fontanero, que lo único que hizo bien fue irse. Pero después de cuatro días de maravilloso desorden laboral comenzaron a faltar azulejos (vaya por dios) y había que esperar una semana a que los trajeran nada más y nada menos que de Castellón (y yo pensando en Benicassim, si hubiera ido los habría bajado yo).
Pues ha pasado otra semana y tres azulejos vienen rotos, los nuevos albañiles (¿albañiles?) han roto otros dos y además uno de ellos me habla del color de las paredes. Menos mal que otro fontanero ya me ha puesto los sanitarios (el nombre es del todo apropiado en estos momentos) y hasta ahora está todo casi correcto. Digo casi porque si abres el grifo del lavabo sale el agua desde la ducha, si abres la ducha sale por el bidet, si le das a la cisterna no pasa nada (sí, sí pasa, acabo de descubrir que se encharca una esquina del cuarto de baño). Pequeños detalles, después de todo. Más complicado se hace lo del váter. Lo han colocado (habrá sido un ligero despiste), de cara a la pared, así que para no hacer mis necesidades como si estuviera castigado me siento del revés. Me está resultando muy práctico, porque cuando la cosa se prolonga demasiado (podría decirlo de otra forma, pero a veces los eufemismos son más inquietantes) me llevo un cojincito y puedo echar una cabezadita sobre la cisterna. Más complicado resulta cuando son aguas menores (este eufemismo no es inquietante, es sencillamente estúpido), porque como entonces no me siento, al tener que rebasar la cisterna, he de calcular bien y realizar una parábola perfecta, lo justo para sortear la cisterna y no manchar la pared. Ya lo voy consiguiendo, solo tengo problemas en el tramo final, que es cuando recurro de nuevo a la botella de coca cola.
A día de hoy, queda por llegar el señor de la mampara (suena a película de terror, ya estoy temblando) y la tapa del váter que, como soy muy moderno, la he pedido con un muelle para que no golpee sobre la taza cuando cae (seguramente debe de haber por medio algún trauma infantil, me habré pillado alguna parte del cuerpo con ella de pequeño).
Así que estoy tan contento que esta mañana he decidido pagarles por anticipado. La dependienta me ha preguntado si quiero que me arreglen también la cocina, ¡por supuesto!, le digo, pero esperemos mejor a la Navidad que vuelvo a tener vacaciones. Sí, este último párrafo es mi pesadilla recurrente.
Por otro lado, observo que al verano le han salido algunas caries en las noches y que, al igual que me ocurría en la infancia, siempre que como higos chumbos acabo clavándome alguna espina. Al bixo no le doy porque para atragantarse ya le basta con los calendarios. Es tan sensible.

6 comentarios:

Elevalunas Ecléctico dijo...

Siempre es añorado
cuando la necesidad me conduce a otros
cuartos de baño,
y rememoro los azulejos entrañables
del aseo
de mi pequeño piso,
desde la extraña distancia
que no alcanza el dulce arrullo
de la mirada ausente y extraviada.
Y todo resulta desordenado,
nada está en su sitio
en este excusado desconocido y ajeno
donde no hallo las huellas de sus pies descalzos.

agoneluz dijo...

Me gusta, Elevalunas. Sigamos todavía en el cuarto de baño, que me he comido unos berberechos en mal estado y tendré que seguir sentado un rato aquí, hasta que se me duerman las piernas o descubra el misterio de los días roñosos.

Cuarto de baño con mujer

nada como el orden de las cosas
después del desayuno verte entrar en el cuarto
de baño

bajarte los tobillos y las bragas
haciéndose las muertas a tus pies

los ruidos tan pequeños que dejan cosquillas
en la puerta
y una delgada sensación de que la vida es esto
un reflejo habitual de casi nada
algo que se desliza con una mueca redonda

un olor a sucio recurrente
vestirte como siempre demasiado pronto

tirar después de la cisterna.

Lucía dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Elevalunas Ecléctico dijo...

Querido Agoneluz: es estupendo que ya puedas volver a sentarte en tu cuarto de baño, pero ten en cuenta que en tu casa habrá también otras habitaciones para pasar el tiempo (seguramente). Aún así, te dejo una segunda entrega:

Espero volver pronto
con mi sencillo baño.
Como abnegada esposa
que conoce mis fallos
y por eso me quiere
sé que me está esperando.


Un beso, Lucía. (Y otro para ti, Agoneluz, que también me ha gustado mucho tu poema del cuarto de baño).

¿Pero yo no me había ido?

La prof dijo...

Pues nada, me alegro que todo haya acabado o casi...
Ahora disfrútalo mucho desde la Sierra!!!! Jjajajaj
Besossssssss

Lucía dijo...

Espero que hayan sido sólo los berberechos los que hicieron que te sintieras mal anoche.
¡Qué bien, ya tienes cuarto de baño nuevo!
Un beso a los dos.

 
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