Estatuas

sábado, 21 de marzo de 2009

Encuentros nocturnos en el jardín
de palacio: una esclava imita al viento
y mueve blandamente la hiedra
para que la siga un joven caballero;

detrás de la muralla el jardinero
corta con oficio la flor de una doncella;

dos perros se olisquean junto a una senda,
se persiguen y se rinden
en un lecho de hojas secas;

demasiado mayor, el mayordomo
aprieta sin fuerzas los muslos del aya,
que aún están rojos de morder al capellán,
poco antes sobre unas sábanas de vino derramado.

Desnudo en medio de la fuente, intento en vano
hablarle de amor a las estatuas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Magistral.
Este poema está lleno de aciertos

Anónimo dijo...

Me recuerda a ese otro de Neruda que decía:

Los atardeceres del seductor y las noches de los esposos
se unen como dos sábanas sepultándome,
y las horas después del almuerzo en que los jóvenes estudiantes
y las jóvenes estudiantes, y los sacerdotes se masturban,
y los animales fornican directamente,
y las abejas huelen a sangre, y las moscas zumban coléricas,
y los primos juegan extrañamente con sus primas,
y los médicos miran con furia al marido de la joven paciente,
y las horas de la mañana en que el profesor, como por descuido,
cumple con su deber conyugal y desayuna,
y más aún, los adúlteros, que se aman con verdadero amor
sobre lechos altos y largos como embarcaciones:
seguramente, eternamente me rodea
este gran bosque respiratorio y enredado
con grandes flores como bocas y dentaduras
y negras raíces en forma de uñas y zapatos.



De Residencia en la tierra (1933)

agoneluz dijo...

No lo conocía. Me parece un poema magnífico. Ahora que el azahar se duerme en las calles con las medias bajadas no estaría mal enredarse, o ser adúltero, o en último caso masturbarse apenas. No a penas.

Anónimo dijo...

da miedo, perturba.Me gusta el jardinero y la flor.

 
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