lunes, 5 de enero de 2009

Cuál es la diferencia entre intentar respirar dentro del agua o aguantar la respiración fuera. Pregunta que me viene a la cabeza a las tres de la mañana, cuando las personas normales duermen o ven películas porno o, los más afortunados, practican el sexo con cualquier desconocido, (o hacen las tres cosas a la vez, los viciosos), harto de dar vueltas en la cama sin encontrar el garbanzo que no me deja dormir. Cuál es la puñetera diferencia. Pues así hasta las cinco.
Como no me ha sucedido nada interesante voy a contar cómo será el día en que me roben. Ese día será viernes y será seguramente después de un jueves. Serán dos los ladrones y, por supuesto, yo no albergaré ninguna sospecha de que me van a robar (si lo hiciera, además de adivino, sería gilipollas por no huir a tiempo).
Me van a dar un susto de muerte. Es el momento que nunca se olvida, el susto, porque siempre pensamos en la cara de idiota que se nos pone y en que una foto en ese instante haría que hasta tu propia madre te negase. Bien, les haré frente y diré: “si tuviera un machete sería una persona con machete” (no sirve de nada pero siempre he querido decir esa frase cuando me atraquen, me hace ilusión). Me pedirán el dinero en un idioma que desconozco (hay muchos) mientras uno de ellos empuñará una navaja de barbero (será un robo chapado a la antigua, un pelín clásico, diría yo, aunque me dejarán bien afeitado). Haré caso a la navaja y le daré veinticinco euros, el móvil, un cupón de descuento en un sex shop, la tarjeta del bonobús y una foto tamaño carnet de mi hermana, ya que mi madre dice que a la niña hay que casarla antes de que se le pase el arroz. Pues eso.
Visto así, hay que pensar que un robo no tiene nada de heroico. Hay quien se enfrenta a los ladrones y se muere; hay quien se muere antes de enfrentarse a los ladrones; hay quienes, como yo, esperan treinta y cinco minutos a que dejen de temblarle la voz y las piernas para ir a una comisaría y decirle llorando al de la puerta que llamen a mi madre, que soy chico y me he perdido, y que traiga de nuevo los pañales. Así será.
Mi vecina de abajo ha venido a pedirme que por favor haga un poco más de ruido en mi piso. Dice que saben que vivo arriba y cuando pasan dos días sin escucharme creen que estoy muerto, que me he caído en la bañera o algo así y se preocupan. Le he dicho que a partir de ahora, de tres a siete de la tarde, me pondré tacones.
Los días son tan cortos todavía que andan en tacataca. Echo tanto de menos al bixo que tengo que ponerme chupe para dejar de llorar.
La diferencia es, por cierto, que en el primer caso acabas mojado. Una revelación.

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