Charcutería

domingo, 30 de agosto de 2009

desde que te fuiste aquí sigo
troceado por manos extrañas
en lonchas casi perfectas conservando
todo mi sabor

tras un plástico que aprieta

envasado al vacío.

Buenas noches

jueves, 27 de agosto de 2009

buenas noches

buenas noches
te dejaré aquí
tierno y doblado
como un tallo de luz
como un cuerpo que se acuesta
y se demora en la hierba

lavaré tus calcetines
mientras tanto
recogeré tus ropas y haré una hoguera
en la montaña

peinaré las horas que pasaste
en el ahogo
buscaré a las autoridades
y a los esquivos profetas
y traeré un pasaporte
que te devuelva a mí

nada más que te despiertes
que te devuelva a mí

igual que tras un parpadeo
iré detrás de los arroyos
para darte el agua más fresca
y la carne de las palabras más dulces

y mis besos de yegua celeste

eso será después
de que te duermas
y yo me vaya doblando mensajes aéreos
y regrese otra vez
del mar o de tus labios

buenas noches amor
descansa bajo las manos
que te dejo
bajo el cuerpo que te dejo
mientras busco para traerte el día

será solo un momento
ahora descansa
sin nosotros dos
el tiempo es nada.

martes, 18 de agosto de 2009

Pues no, todavía no tengo cuarto de baño. Comenzaron las obras hace exactamente quince días, después de asegurarme que en cinco estaría todo terminado, y aquí seguimos, con el piso invadido por gente rara (gente que se va de vacaciones, gente que regresa de las vacaciones, gente extraterrestre) y meando todavía en una botella de dos litros de coca cola light (después de las tres primeras veces decidí hacer un corte en la boca –de la botella, claro- para ampliarla, porque es difícil atinar con el chorrito y porque se me quedó atrapada dentro).
No es culpa de nadie, son cosas que pasan. Ya me estaba acostumbrando a los primeros albañiles, gente aparentemente normal, si exceptuamos que el oficial llamaba al peón “cabeza de perro” y le faltaba meterle el palaustre por el culo para humillarlo; pero se hablaba de fútbol, de mujeres, de política, lo normal en estos casos en que invaden tu casa y agradeces al menos que no comenten el color de las paredes o la distribución de los cuartos. Otra cosa fue el fontanero, que lo único que hizo bien fue irse. Pero después de cuatro días de maravilloso desorden laboral comenzaron a faltar azulejos (vaya por dios) y había que esperar una semana a que los trajeran nada más y nada menos que de Castellón (y yo pensando en Benicassim, si hubiera ido los habría bajado yo).
Pues ha pasado otra semana y tres azulejos vienen rotos, los nuevos albañiles (¿albañiles?) han roto otros dos y además uno de ellos me habla del color de las paredes. Menos mal que otro fontanero ya me ha puesto los sanitarios (el nombre es del todo apropiado en estos momentos) y hasta ahora está todo casi correcto. Digo casi porque si abres el grifo del lavabo sale el agua desde la ducha, si abres la ducha sale por el bidet, si le das a la cisterna no pasa nada (sí, sí pasa, acabo de descubrir que se encharca una esquina del cuarto de baño). Pequeños detalles, después de todo. Más complicado se hace lo del váter. Lo han colocado (habrá sido un ligero despiste), de cara a la pared, así que para no hacer mis necesidades como si estuviera castigado me siento del revés. Me está resultando muy práctico, porque cuando la cosa se prolonga demasiado (podría decirlo de otra forma, pero a veces los eufemismos son más inquietantes) me llevo un cojincito y puedo echar una cabezadita sobre la cisterna. Más complicado resulta cuando son aguas menores (este eufemismo no es inquietante, es sencillamente estúpido), porque como entonces no me siento, al tener que rebasar la cisterna, he de calcular bien y realizar una parábola perfecta, lo justo para sortear la cisterna y no manchar la pared. Ya lo voy consiguiendo, solo tengo problemas en el tramo final, que es cuando recurro de nuevo a la botella de coca cola.
A día de hoy, queda por llegar el señor de la mampara (suena a película de terror, ya estoy temblando) y la tapa del váter que, como soy muy moderno, la he pedido con un muelle para que no golpee sobre la taza cuando cae (seguramente debe de haber por medio algún trauma infantil, me habré pillado alguna parte del cuerpo con ella de pequeño).
Así que estoy tan contento que esta mañana he decidido pagarles por anticipado. La dependienta me ha preguntado si quiero que me arreglen también la cocina, ¡por supuesto!, le digo, pero esperemos mejor a la Navidad que vuelvo a tener vacaciones. Sí, este último párrafo es mi pesadilla recurrente.
Por otro lado, observo que al verano le han salido algunas caries en las noches y que, al igual que me ocurría en la infancia, siempre que como higos chumbos acabo clavándome alguna espina. Al bixo no le doy porque para atragantarse ya le basta con los calendarios. Es tan sensible.

El desafortunado Roth

lunes, 10 de agosto de 2009

El desafortunado Roth tenía la desgracia de crecer siempre después de que el sastre le hubiera tomado medidas. Así, por ejemplo, el día de su comunión llevaba los pantalones por encima de los tobillos, las mangas por encima de las muñecas y los hombros le apretaban tanto que caminaba como si estuviese colgado de una percha.
Años más tarde, cada vez que tenía que ir a un bautizo, a la boda de un amigo o a la cena de fin de año, Roth se deprimía profundamente. De nada servía que el sastre dejara un margen de tela en previsión de un crecimiento inesperado. Siempre, el día del estreno había crecido tanto que todo traje lo dejaba en el más absurdo ridículo.
No es extraño, en esas circunstancias, que a pesar de haber tenido varias novias formales y un tremendo deseo de casarse, nunca hubiese dado el paso de pedirles matrimonio. No se atrevía, el día en que debía ser el centro de todas las miradas, a aparecer con un frac irrisorio que dejase sus delgadas pantorrillas al aire, o con un chaqué que no pudiera abotonarse, o con una levita que quedara por encima de su cintura. Finalmente, aburridas de esperar, todas lo abandonaban.
Y así fue como el pobre Roth dejó de asistir a los grandes eventos sociales de su comunidad, y quedó solo y soltero para siempre.
Hasta el día en que murió, día en que por fin el traje que el sastre le hizo no le quedó pequeño y pudo lucirlo con elegancia, las mangas cubriendo con delicadeza las muñecas, los pantalones dos dedos por encima del tacón de los zapatos, los tres asistentes al velorio comentando al mismo tiempo el porte del finado y las noticias que llegaban de una televisión cercana anunciando a bombo y platillo las primeras bodas hawaianas.

Extraño

jueves, 6 de agosto de 2009

- Si te atropellan después de la cópula – le decía a su amigo mientras tomaban una caña en la terraza de un bar-, has tenido mala suerte. Igual que aquel perro que ves tirado en la carretera. Hace diez minutos estaba pegado a una perra tras aquellos cubos de basura. Los he estado observando un buen rato. Después se han marchado cada uno por su lado. La perra ha desaparecido y él ha dado un par de vueltas por aquí, olisqueando debajo de las mesas. Al rato ha cruzado la carretera. Entonces ha sido cuando lo atropellaron. Es extraño.
- ¿Por qué? No me parece extraño, estaría algo cansado y distraído después del acto y no se dio cuenta.
- Sí es extraño. Muy extraño.
- ¿Por qué?
- Conducía ella.

Nada

lunes, 3 de agosto de 2009

el dolor es un tiempo detenido
un autobús con un conductor borracho y homicida
un fusil que humea
y apunta solamente a las manzanas

esta noche tiene toda la razón
y también seré un cobarde
a pesar de que no puedo dormir
y busco mis ojos a gatas con una tristeza que sangra

me inclino a no creer en nada
ni en la brisa que mueve el sacerdote
con su limpia sotana
ni en el llanto del amigo
ni en los dormitorios de sábanas recién planchadas

ni en los perros que ladran al miedo

tengo el alma si es que existe
desquiciada y de plástico
y no me importan los poemas
ni los nobles filósofos ni los besos que antes daba
como un niño bien peinado

y esta noche soy incongruente
y necio
y tiendo nada más que a la locura

todos los pecados están muertos solo son
ceniza
igual que los años que pasaron
que los largos faros alejándose de los hoteles
que la risa que se apaga detrás de las puertas

sin embargo ya lo he dicho
el dolor es un tiempo detenido
un grillo que salpica las paredes
un viejo con la piel confundida entre cartones

algún día yo tampoco estaré aquí

nada más
es todo.

 
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