Alguien que se aleja

sábado, 28 de marzo de 2009

a ver si así te atropello
no es que quiera ir tan deprisa
adelantando las promesas las viñetas

el poniente no me toca porque conduzco
de soslayo
a ciento cuarenta más o menos

la tristeza es una foto movida
no se quedan
ni los campos de cereales
a ver cómo la noche se recuesta en los grillos

todavía puedo llegar lejos
aunque la música es breve
y me deja líneas discontinuas en las lágrimas

me extraña que todas las curvas sean impares
y me duerma solo a ratos

con las manos algo inciertas agarrando un beso

y los frenos balanceándose
como un cuarto de sobra

tengo solo un momento para quedarme solo
para dejarme atrás y acelerar un poco
si puedo.

Estatuas

sábado, 21 de marzo de 2009

Encuentros nocturnos en el jardín
de palacio: una esclava imita al viento
y mueve blandamente la hiedra
para que la siga un joven caballero;

detrás de la muralla el jardinero
corta con oficio la flor de una doncella;

dos perros se olisquean junto a una senda,
se persiguen y se rinden
en un lecho de hojas secas;

demasiado mayor, el mayordomo
aprieta sin fuerzas los muslos del aya,
que aún están rojos de morder al capellán,
poco antes sobre unas sábanas de vino derramado.

Desnudo en medio de la fuente, intento en vano
hablarle de amor a las estatuas.

Lencería del tiempo

viernes, 13 de marzo de 2009

me dices no desesperes todo
es provisional
el sol de cada día los naufragios
esa flor que nace como si la vida
le fuera en ello

todo tiene sus contornos
el límite que marca el comienzo
de otra cosa
solo a veces la memoria –esfuerzo inútil
atrapa durante un momento el rocío de un beso
una espina

todo es provisional me dices
pero en mi cuarto
cuando bajas las medias
parece que tus piernas

no acabarán

nunca.

Manía persecutoria

domingo, 8 de marzo de 2009

Aquel hombre la seguía. En la calle no había nadie, solo ellos dos. Por el rabillo del ojo miraba hacia atrás y siempre estaba ahí, siguiéndola, a veces más cerca y otras algo más alejado, pero siempre ahí. A pesar de estar agotada aceleró un poco más. Le faltaba la respiración, empezaba a marearse pero hizo un esfuerzo y consiguió ir más deprisa. El hombre seguía detrás. Comenzó a tener miedo y pensó en pedir auxilio, pero no podía parar si no quería que la alcanzase y ya no le quedaban fuerzas para gritar. Exhausta, con los brazos agarrotados y las piernas acalambradas, se paró, se quedó en un extremo de la calle mirando cómo el hombre, de aspecto irreconocible, se acercaba lentamente, tanto que casi podía tocarla. Se tapó la cara con las manos y cerró los ojos en un gesto instintivo de protección. Cuando los abrió de nuevo, vio al hombre junto a ella, que empezaba a nadar la calle en dirección opuesta, con suaves brazadas y elevando un instante en el aire de la piscina cubierta pequeñas gotas que rápidamente volvían a caer al agua. Lo miró alejarse y empezó a nadar. Ahora lo seguía ella.

Sin cobertura

jueves, 5 de marzo de 2009

Tiene el invierno sabor a carne de membrillo
(desde aquí, colgado de un poste telefónico,
diez metros por encima de la caducidad de los yogures,
el infarto justo apoyado en mi hombro,
con una sonrisa de color azul o morado
y mi musa que no coge el teléfono.)
Ahora pienso cómo haría aquel desconocido poeta
del siglo dieciocho
para dar los buenos días,
en invierno y emboscado en chimeneas de otros,

a los jardines botánicos.

domingo, 1 de marzo de 2009

Tostadas. A ver si me explico. A mí me encanta el olor de las tostadas, pero no porque sea un romántico ni me despierte muerto de hambre, en realidad lo que me gusta es el olor de las tostadas quemadas. No es lo mismo una casa (también puede ser un piso, aunque es menos elegante) que huela a churros ni a galletas ni a cereales ni a barritas energéticas ni a hora y media de gimnasia rítmica y abdominales que una casa que huela a tostadas quemadas. Los primeros cinco minutos después de despertarse son los más importantes del día para cualquier persona (si además tienes resaca o estás en la cárcel también son los más jodidos), las primeras sensaciones que percibamos nos marcarán el humor y el color de la ropa, y el olfato es el primer sentido que se desentumece (los días de resaca justo después del sentido del remordimiento y dios mío qué hice anoche no vuelvo a beber nunca dónde habré aparcado el coche quién es esta que duerme a mi lado de quién coño es esta casa). Para mí es muy bonito oler de pronto a tostadas quemadas porque así tengo la sensación de que nada es perfecto pero todo está muy bien, de que a pesar de que algo no ha salido bien del todo es lindo, incluso mejor que si hubiera sido perfecto (a lo mejor sí voy a ser un romántico). Es igual que cuando la chica que adoras y es divina huele ligeramente a sudor o en la fiesta de tus mejores amigos suena una canción de Alaska. Hay que tener en cuenta el grado de imperfección que ponemos en las tostadas, que es lo que diferencia la elegancia de lo cutre, el día de buen humor o el día para olvidar, porque no es lo mismo si las tostadas están tan requemadas que los vecinos llaman a los bomberos, ni tampoco si la chica que adoras no se lava en una semana y además se tira pedos o si en la fiesta de tus amigos suena durante cuarenta y siete minutos la canción de Paquito el Chocolatero. No es lo mismo.
Por otra parte, mi madre me llama por teléfono y me dice que para cuándo la novia que le prometí (parece que hace tiempo le prometí una novia y cinco nietos, tres que fueran del betis y uno del atlético aviación. También le dije que el mayor sería negro y el menor alérgico a la fotosíntesis, pero ahí ya estaba sereno y no me hizo mucho caso). Yo a veces pienso que estaría bien tener una novia, con brazos y besos y pelo y bragas y discusiones y todo eso que dice la gente que tienen las novias. Lo de tantos nietos ya no estoy tan seguro, aunque sospecho que eso es realmente lo que quiere, porque después, en la vida real, las novias y las madres de los novios no se llevan tan bien. De cualquier modo, como se acerca la primavera y a las madres nunca hay que darles disgustos, me he comprado un traje de novio de mil rayas en Massimo Tutti y todas las tardes, de tres a nueve, me voy a poner en una esquina del centro, a ver si pasa alguna con un vestido que vaya a juego.
Al bixo a lo mejor no le gustan las tostadas quemadas, porque se quema las patitas y le salen las caricias chamuscadas, pero yo siempre le digo que con salivita todo se cura. Es tan lindo.
Dicen que la televisión engorda, y yo no sé quién se atreve a comerse una televisión porque yo, por muy delgado que siga, prefiero prepararme un bocadillo de salami.

 
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